
Vendedor de empanada se negó a pagar ‘vacuna’ y lo mataron a tiros en su lugar de trabajo
El humilde comerciante del barrio Villa Clara, fue asesinado a bala mientras trabajaba en su puesto de fritos. Su muerte se suma a la ola de violencia que azota a pequeños vendedores en el Atlántico, presuntamente por negarse a pagar extorsiones.
En una esquina del barrio Villa Clara, en el municipio de Baranoa, Miguel Osorio Navarro, el hombre que cada mañana freía empanadas y arepas para ganarse el sustento, cayó sin vida junto a la mesa donde preparaba su venta.
Cinco impactos le arrebataron la vida de manera instantánea. Su cuerpo quedó tendido en el suelo, dentro del pequeño cambuche donde pasaba buena parte del día. A su alrededor, los utensilios, la harina, el aceite y los moldes de empanadas quedaron regados en una escena que generó dolor y repudio.
Los vecinos corrieron al escuchar los disparos.
“Era un hombre trabajador, nunca se metía con nadie”, dijo uno de ellos.
Nadie entiende por qué lo mataron, pero todos sospechan lo mismo: la extorsión que desde hace meses tiene en jaque a los pequeños comerciantes del municipio.
Las autoridades del CTI de la Fiscalía y la Policía Nacional hicieron presencia en el lugar para realizar el levantamiento del cuerpo e iniciar la investigación. De manera extraoficial, se conoció que efectivamente el crimen podría estar relacionado con los cobros extorsivos que se han vuelto frecuentes en la zona.
En Villa Clara, el miedo se ha instalado como un habitante más. Las llamadas con amenazas, los cobros de “vacunas” y el silencio forzado se han vuelto parte del día a día.
“Aquí todos sabemos lo que pasa, pero nadie se atreve a hablar. Si uno dice algo, lo siguiente es que vienen por uno”, comentó otro residente que prefirió no dar su nombre.
Miguel, cuentan sus vecinos, era un hombre que no conocía de lujos. Su vida era sencilla: madrugar, prender el fogón, y salir a vender con una sonrisa. Tenía sueños, familia, y la esperanza de un futuro mejor, pero todo eso se apagó con cinco disparos en la mañana.
Detrás de su muerte no solo hay una víctima, sino una comunidad entera que se siente desprotegida. Cada vendedor que cae es una historia de esfuerzo truncada, una familia que llora, y un barrio que se sumerge un poco más en el miedo.
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