Lo que debía ser un reencuentro familiar lleno de alegría en Santa Marta se convirtió en una pesadilla.
Las horas pasan y la angustia crece en la orilla. Ana Rojas camina de un lado a otro en la playa de El Rodadero con la mirada fija en el mar, esperando un milagro. Su hija Mía Londoño, de nueve años, y su hermano Carlos Augusto Rojas, de 43, desaparecieron tras salir en una moto acuática. Lo que debía ser un reencuentro familiar lleno de alegría, terminó se ha convertido en una búsqueda implacable donde cada minuto es sagrado.
El plan era perfecto: luego de años sin verse, la familia decidió reunirse en Santa Marta para unas vacaciones. Mía, nacida en Estados Unidos, venía con la ilusión de conocer a sus parientes. Pero todo cambió la tarde del lunes, cuando con su tío Carlos se subieron a una moto acuática para pasear juntos mar adentro.
Minutos después de partir, algo salió mal. Se cree que la moto presentó una falla mecánica y quedaron a la deriva.
Adicionalmente Los fuertes vientos los alejaron rápidamente hasta perderse de vista. Al notar que no regresaban, los prestadores de servicios turísticos iniciaron una búsqueda desesperada, pero sin éxito.

Las autoridades en acción
El aviso a las autoridades fue inmediato. Guardacostas, bomberos y pescadores se unieron a la búsqueda. Hasta altas horas de la noche, recorrieron la zona marina sin hallar rastro de Mía y Carlos.
El secretario de Gobierno, Camilo George, se trasladó al lugar y aseguró que se hará todo lo posible para encontrarlos.
“Estamos comprometidos con esta búsqueda. Solicitaremos apoyo aéreo para ampliar el radio de exploración”, anunció.
Mientras tanto, Ana Rojas no se aparta de la orilla. Su angustia es evidente, sus lágrimas son incesantes. “Esto no puede estar pasando”, repite una y otra vez. A su alrededor, varias personas intentan consolarla, pero el miedo se hace más fuerte con cada minuto que pasa sin noticias.
La espera más difícil
A medida que la noche avanzaba, la incertidumbre se volvía insoportable. La familia, que llegó desde Boston y otras partes del país, se aferra a la esperanza.
“No vamos a parar hasta encontrarlos”, dicen entre sollozos.
El mar sigue en calma, pero en la orilla el dolor crece. La vida de Ana Rojas cambió en un instante, y ahora solo espera que su hija y su hermano regresen con vida. La búsqueda continúa y con ella la lucha de una madre que se niega a perder la fe.
Tras varios años sin verse, una familia decidió reunirse en la playa de El Rodadero para disfrutar de unas vacaciones. Todo marchaba bien hasta que Carlos Augusto Rojas, de 43 años, y su sobrina Mía, de nueve, desaparecieron en el mar.
Carlos había alquilado una moto acuática para darle gusto a su sobrina, quien insistía en dar un paseo. Salieron juntos mar adentro y, según las primeras versiones, una falla mecánica los dejó a la deriva. Minutos después, el fuerte viento los habría alejado hasta perderse de vista.
Una búsqueda desesperada
Al notar que no regresaban, los prestadores de servicios turísticos intentaron rastrearlos sin éxito. Ante la angustia de la familia, se dio aviso a las autoridades, y de inmediato se desplegó un operativo de búsqueda con la participación de Guardacostas, bomberos y pescadores de la zona.
El secretario de Gobierno, Camilo George, se trasladó hasta El Rodadero para coordinar las labores. “Estamos comprometidos con la búsqueda. Haremos todo lo posible para encontrarlos”, aseguró, indicando que solicitarían apoyo aéreo para ampliar el radio de exploración.
Angustia y esperanza en la orilla
Desde la playa, Ana Rojas, madre de Mía y hermana de Carlos, no aparta la vista del mar. Con las manos entrelazadas, reza y espera noticias. “Esto debía ser un viaje de felicidad”, repite entre lágrimas. La familia, que llegó desde Boston y otras partes del país, trata de mantenerse unida en medio del dolor.
Mía, nacida en Estados Unidos, visitaba Colombia por primera vez con la ilusión de conocer a sus parientes. Carlos, natural de Medellín y residente en Santa Marta, quiso hacer de este viaje una experiencia especial para su sobrina. Ahora, su familia solo espera un milagro que los traiga de vuelta.
Las horas avanzan, pero la incertidumbre se mantiene. Mientras el mar sigue en calma, la angustia crece en la orilla. ¿Dónde están Mía y Carlos? Esa es la pregunta que todos esperan responder lo antes posible.