El adolescente resultó gravemente herido tras ser mordido por un tiburón en un acuario artesanal del Islote de San Bernardo, donde se ofrecía la experiencia de nadar con los animales.

Un adolescente de 14 años fue atacado por un tiburón mientras participaba en una actividad turística en el Islote de San Bernardo, una de las zonas insulares más concurridas de Cartagena.

El hecho ocurrió cuando el menor ingresó al agua en un acuario artesanal que promociona la experiencia de “bañarse con tiburones” por una tarifa de 10.000 pesos. En cuestión de segundos, uno de los animales lo mordió en la mano, provocándole una herida profunda que lo dejó sangrando y en estado de shock.

“Gritó pidiendo ayuda, y fue entonces cuando todos corrieron a sacarlo del estanque”, contó un testigo. El joven fue atendido de urgencia por habitantes del islote y trasladado al Centro de Atención Primaria del lugar. Debido a la gravedad de la lesión, fue remitido a un centro médico del municipio de Tolú, donde permanece bajo observación.

El ataque generó pánico entre los visitantes y encendió las alarmas sobre la seguridad y legalidad de estas actividades. Habitantes del sector denunciaron que el acuario opera sin permisos ambientales y mantiene más de una decena de tiburones en cautiverio.

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Algunos guías turísticos afirmaron que los animales habían sido “desdentados” para evitar riesgos, pero el incidente demostró que tales medidas son insuficientes o inexistentes. “Dicen que no tienen dientes, pero ese muchacho perdió casi toda la mano”, relató un residente del islote.

Organizaciones ambientalistas exigieron la intervención de las autoridades locales y nacionales para investigar las condiciones del acuario, liberar a los animales y sancionar a los responsables.

La Alcaldía de Cartagena anunció una investigación inmediata para verificar los permisos de operación y protocolos de seguridad, mientras la Cardique (Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique) evalúa si hubo violaciones a las normas ambientales.

Expertos en fauna marina advierten que los tiburones en cautiverio pueden sufrir estrés, desorientación y comportamientos agresivos por el confinamiento, lo que aumenta el riesgo de ataques. “Son depredadores que no pertenecen a una piscina ni a un espectáculo”, advirtió un biólogo consultado.