El sicario mató a un hombre a plena vista de familias y niños. Un menor, víctima colateral, resultó herido por una bala perdida.

El sonido de los disparos rompió la calma de la noche del lunes. Fueron varios, seguidos, certeros. Luego, el grito de una madre, el llanto de un niño, el caos. 

En el suelo, un hombre se desangraba. A pocos metros, un menor herido por una bala perdida lloraba de dolor. El parque Timayui, donde minutos antes todo era juegos y risas, se convirtió en un escenario de terror.

Un sicario entre los columpios

Andrés Campo llegó al parque en su motocicleta Boxer. Tenía el celular en la mano y parecía estar buscando a alguien. Quizás no imaginaba que la muerte lo estaba buscando a él.

Un hombre en otra moto apareció de repente. No hubo advertencias ni palabras. Solo el estruendo de los disparos. Campo cayó al suelo en medio del parque, su sangre tiñó el pavimento. La gente corrió en todas direcciones, los gritos se mezclaron con el sonido de las motocicletas alejándose. Pero la violencia no se detuvo ahí.

Una de las balas perdidas alcanzó a un menor que estaba en el parque. Su llanto desesperado hizo aún más angustiante la escena. Madres abrazaban a sus hijos, los alejaban del cuerpo ensangrentado, pero muchos niños ya lo habían visto todo. Sus miradas temblorosas reflejaban una pregunta que ningún adulto podía responderles: ¿por qué?

Un desenlace anunciado

Los paramédicos llegaron y, en medio del pánico, trasladaron a Andrés Campo a la Clínica Cehoca. Su estado era crítico, su vida se le escapaba con cada gota de sangre. No resistió.

Mientras tanto, el menor herido fue llevado a otro centro asistencial, donde los médicos luchan por su recuperación. La policía acordonó la zona y empezó a recoger testimonios. ¿Quién mató a Campo? ¿Por qué? Preguntas que ahora intentan responder las autoridades, aunque para quienes estuvieron ahí, la mayor preocupación no es encontrar culpables, sino entender cómo la muerte se coló, una vez más, en un lugar donde solo debía haber vida.