Su hija pequeña la espera en casa: la batalla de Natalia tras el choque que la dejó entre la vida y la muerte


La joven madre permanece en estado crítico mientras su hija pequeña la espera en casa sin entender por qué su madre no regresa. El accidente que le costó la vida a José Ángel Noriega dejó a dos familias destrozadas.

La madrugada partió en dos la vida de Natalia López. Hoy, mientras permanece conectada a máquinas que apenas logran estabilizarla, en su casa una niña pequeña pregunta a cada rato cuándo volverá su mamá. Nadie sabe qué responderle.

Natalia, residente del barrio Tayrona, quedó gravemente herida tras un violento choque en la Avenida del Río, en la curva donde un enorme cráter hace tiempo dejó de ser un simple hueco para convertirse en una amenaza anunciada. Allí, la motocicleta en la que viajaba como parrillera perdió el control y terminó estrellándose contra un poste. El impacto fue brutal.

El conductor, José Ángel Noriega Pérez, murió en el sitio. Natalia, en cambio, inició una carrera contrarreloj por sobrevivir. Fue trasladada de urgencia a una clínica, donde los médicos la estabilizaron, pero advirtieron que su condición sigue siendo crítica. “Está muy mal, pero ha sido fuerte”, repiten los especialistas, aferrándose a cualquier avance por mínimo que sea.

Mientras tanto, en su casa, la escena es otra: silencio, llanto y una niña que no entiende por qué su mamá no la abrazó al amanecer como siempre. Sus familiares intentan ocultar la angustia para no asustarla, pero la realidad les pesa encima. “Ella la espera… no deja de preguntar por su mamá”, cuenta un familiar.

Una noche de fiesta que terminó en tragedia

La noche del accidente, Natalia y José Ángel venían de compartir unos tragos. Según las autoridades, la combinación de velocidad, licor y las pésimas condiciones de la vía terminó desencadenando la tragedia. Al lado del conductor quedó una caja de aguardiente abierta.

Desde ese instante, todo para Natalia se convirtió en una lucha. Su familia, sumida en la incertidumbre, ha pedido a la ciudad que los acompañe en una cadena de oración. No se mueven de la clínica. No duermen. No comen. Solo esperan.

“Ella tiene una hija que la necesita, que la está esperando… por favor recen por ella”, suplicó un primo en la sala de espera.

Nadie en el barrio Tayrona logra hablar sin quebrarse. Dicen que Natalia es una mujer trabajadora, dedicada, que vive por su niña. Por eso el dolor es más hondo:

porque la vida, de un momento a otro, la arrancó de su rutina y la dejó suspendida entre la incertidumbre y la esperanza.

En esa clínica, Natalia pelea minuto a minuto. En su casa, una hija sigue mirando la puerta, esperando que su mamá entre. Y en Santa Marta, otra tragedia vial recuerda que una mala decisión puede cambiarlo todo.


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