La familia recibió la llamada de que estaba muy grave en una clínica de Santa Marta, al llegar le informaron que había muerto.
La última vez que la familia de Samir Zapateiro supo de él, les dijo que viajaría a Bogotá en busca de mejores oportunidades. Se despidió con la esperanza de un futuro distinto, quizás más próspero. Pero el destino le tenía preparada otra ruta, una que lo llevaría a un final inesperado en una zona rural de Santa Marta.
El lunes en la noche, el teléfono sonó en la vivienda familiar del barrio Juan XXIII. La noticia que recibieron era desconcertante: Samir había sido herido con un tiro de fusil y estaba siendo trasladado del puesto de salud del corregimiento de Guachaca a la clínica Los Nogales. Sin entender del todo qué sucedía, los suyos salieron corriendo, aferrándose a la posibilidad de verlo con vida. Pero la esperanza se desplomó al llegar. Samir había perdido mucha sangre y no sobrevivió.
Las autoridades aún intentan reconstruir la historia. Se sabe que alguien lo vio pidiendo ayuda cerca de Guachaca, malherido, luchando por mantenerse en pie tras el disparo. Pero nadie tiene claro qué hacía en esa zona rural ni cómo terminó con un impacto de arma de largo alcance.
Desde entonces, la incertidumbre pesa más que el dolor. La familia se pregunta por qué Samir no llegó a Bogotá. Qué lo llevó a ese lugar. Quién disparó y por qué. Son preguntas que, hasta ahora, solo encuentran el eco del silencio. Mientras tanto, su recuerdo queda atrapado en la confusión de una despedida sin respuestas.