
Siete asesinatos en seis días: la Zona Bananera se hunde en el miedo y la impunidad
El municipio del Magdalena vive una nueva escalada de violencia. En menos de una semana, siete personas fueron asesinadas y dos resultaron heridas en diferentes ataques a bala. Los habitantes denuncian la ausencia del Estado y la pasividad de las autoridades locales frente a una crisis que no deja de crecer.
En la Zona Bananera, el miedo vive en cada esquina, acompaña a los mototaxistas, cierra los negocios temprano y obliga a las familias a encerrarse antes de las seis.
En apenas seis días, siete personas fueron asesinadas y dos más resultaron heridas en distintos hechos que confirmaron que la violencia volvió a tomar el control del municipio.
Las víctimas fueron identificadas como Alexander Rincón, Elkin Barraza, Emigdio Algarín, Alberto Manjarres, Luis Noguera, David Manga y Nicolás Manga. Todos murieron en circunstancias similares: hombres armados que llegan en moto, disparan sin mediar palabra y desaparecen sin dejar rastro. Los heridos, Jeankely Urdaneta y Edinson Arena, luchan por sobrevivir en hospitales de la región.
Ausencia de las autoridades
Los crímenes ocurrieron en distintos corregimientos, pero con un patrón común: sicarios que actúan con total impunidad. Nadie ha sido capturado. Nadie ha respondido.
Las autoridades apenas emiten comunicados vagos mientras la comunidad, cansada de contar muertos, siente que el municipio quedó a la deriva.
En los barrios, el ambiente es tenso. Las calles se vacían temprano, los negocios bajan sus puertas antes del anochecer y hablar del tema se volvió peligroso.
“Aquí ya nadie confía en nadie. No sabemos quién manda ni quién protege”, dijo un comerciante.
La ausencia del Estado es evidente. Los patrullajes policiales son esporádicos, las operaciones militares se anuncian pero no se sostienen, y la alcaldesa Clareth Olaya Jiménez guarda silencio ante una crisis que desangra a su municipio. Los líderes comunitarios aseguran que han pedido refuerzos de seguridad y acciones concretas, pero sus reclamos se pierden entre la burocracia.
Mientras tanto, los homicidios se acumulan en las estadísticas y la impunidad se vuelve costumbre. Cada nuevo ataque confirma la pérdida del control institucional y alimenta la sensación de que la violencia ya no tiene freno.
La Zona Bananera, históricamente golpeada por el conflicto armado, enfrenta hoy un deterioro social que la devuelve a sus peores años. El miedo dicta la rutina diaria, el silencio es el nuevo lenguaje de supervivencia y la esperanza parece un lujo inalcanzable.
En este municipio del Magdalena, la vida se volvió una cuenta regresiva: nadie sabe quién será el próximo.
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En las fincas se trabaja con miedo, los negocios también funcionan en medio de un ambiente de zozobra. No hay duda que en la Zona Bananera manda el miedo.
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