El sujeto, que intimidaba a estudiantes y transeúntes desde una moto, fue sorprendido por la comunidad, que decidió hacer justicia por mano propia.
Cansados de ser víctimas de atracos a cualquier hora del día, residentes de Santa Ana, Malvinas y sectores aledaños tendieron una trampa al delincuente que en moto robaba a estudiantes y vecinos con cuchillo en mano. Esta vez, la justicia no vino en patrulla, sino a punta de golpes.
Durante semanas, los vecinos ya no caminaban tranquilos por las calles de Santa Ana, Malvinas y otros barrios de esa zona de Santa Marta. El temor era el mismo: un sujeto a bordo de una moto negra que rondaba de día y de noche buscando a quién robar. Sus blancos eran estudiantes, trabajadores, mujeres solas. No se conformaba con raponear celulares o bolsos: también los intimidaba con cuchillo y, en ocasiones, los agredía.
Pero su suerte cambió este fin de semana. La comunidad, harta de esperar una respuesta de las autoridades, decidió actuar. Ya lo tenían identificado con cámaras de seguridad y hasta sabían por dónde se movía. Así que le tendieron una trampa. Y cayó.
Lo que vino después fue una escena de furia contenida: vecinos lo rodearon, lo tumbaron de la moto y le descargaron la rabia de meses de robos. Puños, patadas y hasta piedras. El vehículo que usaba para delinquir también fue destruido. Suplicaba que lo dejaran, que no lo mataran. Pero nadie escuchaba. Solo la llegada de la Policía puso fin a la golpiza.
“El tipo se creía dueño de la calle, robaba como si nada, ya lo habíamos visto varias veces y hasta los pelados tenían miedo de salir con el uniforme del colegio”, dijo un vecino que participó en la captura.
Ahora, el hombre está en manos de las autoridades. La comunidad teme que lo dejen libre, pero aseguran que si regresa, no tendrá una segunda advertencia. “Ya se lo dijimos: si vuelve, no sale vivo”, sentenció otro residente.
Aunque reconocen que no es correcto hacer justicia por mano propia, muchos aseguran que ante la ausencia de patrullajes y la falta de resultados judiciales, no ven otra alternativa. “Nos cansamos de denunciar. Nadie hizo nada. Así que hicimos lo que teníamos que hacer”, concluyen.
Esta vez, la gente decidió no quedarse de brazos cruzados. Esta vez, el miedo cambió de bando.