
Santa Marta, ciudad del rebusque: seis de cada diez trabajadores viven en la informalidad
El 59,3% de los samarios trabaja sin cotizar a salud ni pensión, según el DANE. La cifra deja a la capital del Magdalena entre las diez ciudades con mayor informalidad del país y refleja un problema que golpea a miles de hogares que viven del día a día.
En Santa Marta, la economía sigue teniendo más de rebusque que de estabilidad. Las cifras del DANE lo confirman: el 59,3% de los trabajadores de la ciudad son informales. Detrás de ese número hay vendedores ambulantes, mototaxistas, empleadas domésticas y jóvenes que cada mañana salen a la calle a “buscar la comida del día”, sin contrato, sin prestaciones y sin esperanza de pensión.
Durante el trimestre julio-septiembre de 2025, la capital del Magdalena se ubicó en el séptimo lugar entre las 23 principales ciudades del país con mayor informalidad. La cifra local supera en 4,3 puntos porcentuales el promedio nacional, que fue del 55%. Ciudades vecinas como Sincelejo, Montería, Valledupar, Riohacha y Barranquilla comparten el mismo drama: economías regionales sostenidas por el comercio menor, el transporte informal y el turismo, sectores que generan ocupación, pero no seguridad social.
Un panorama preocupante en Colombia
A nivel nacional, el DANE calcula que más de 13 millones de colombianos trabajan sin cotizar ni a salud ni a pensión. Aunque los registros muestran una leve mejora frente a agosto, la tendencia anual sigue al alza.
En Santa Marta, el fenómeno es persistente. La informalidad no solo se mantiene, sino que se hereda.
“En esta ciudad, la mayoría no tiene empleo formal porque las empresas son pocas y el turismo solo da trabajo unos meses al año”, explica un economista local consultado por este medio.
El bajo nivel educativo y la limitada oferta industrial agravan la situación: muchos samarios no logran acceder a empleos estables y terminan en la calle, ofreciendo servicios o vendiendo lo que pueden.
En barrios populares y zonas céntricas, el panorama se repite: puestos de frutas, vendedores de agua, manicuristas ambulantes, recicladores y cuidadores de motos. Todos forman parte de una economía que sostiene a la ciudad, pero que los deja desprotegidos. “Aquí uno trabaja, pero no progresa”, dice un vendedor de raspao en el centro de Santa Marta.
Los expertos coinciden en que mientras Santa Marta no diversifique su economía ni cree incentivos reales para la formalización, las cifras seguirán repitiéndose trimestre tras trimestre. La informalidad no es solo un problema de estadística: es un reflejo de la desigualdad y la falta de oportunidades efectivas para garantizar trabajo digno.
Santa Marta, la ciudad que vende playas y paraíso, también es la ciudad del rebusque, donde seis de cada diez personas trabajan sin red, apostándole a la supervivencia diaria en un mercado laboral que parece no dejar espacio para la estabilidad.
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