
Salamina al borde: el alcalde desafía las alertas y activa un segundo ferry en zona de erosión
Aunque los organismos de control habían advertido sobre los riesgos de operar el ferry en el punto actual por la erosión ribereña, el mandatario municipal no solo ignoró los compromisos asumidos, sino que aumentó el peligro al habilitar una segunda embarcación. La comunidad teme una tragedia sin precedentes.
La tierra está cada día más inestable a orillas del Magdalena mientras el silencio oficial se impone. En Salamina, Magdalena, no hay tregua para el miedo. Los habitantes observan con impotencia cómo el río sigue siendo su principal amenaza. Pero ahora hay un nuevo ingrediente que enciende aún más la alarma: el segundo ferry.
Hace dos meses, en una mesa de trabajo con participación de los entes de control, organismos ambientales y autoridades locales, se acordó el traslado del ferry a un terreno más estable. La meta era mitigar el impacto que la operación de la embarcación podría generar en una zona considerada crítica por la erosión ribereña.
Sin embargo, el acuerdo quedó en palabras. Y no solo no se cumplió: fue desafiado.
El alcalde de Salamina, Edwin Pabón, activó un segundo ferry en el mismo punto, desoyendo las advertencias técnicas y la preocupación ciudadana.

La comunidad lo considera una afrenta directa a los compromisos pactados y a las instituciones que desde hace más de un año, como lo ha reiterado el Instituto Nacional de Vías (Invías), han alertado sobre el inminente riesgo de colapso del terreno en esa zona.
“Así no lo quiera aceptar Edwin Pabón y sus acólitos, el riesgo que corre Salamina es grande”, denuncia el periodista y líder de esa población Genys Álvarez, quien, como habitante del municipio, ha alzado nuevamente la voz.
Desde su vivienda, donde el río ya ha cobrado una parte de lo que antes era calle y luego patio, Álvarez exige explicaciones al mandatario local. “¿Será que tenemos que esperar una calamidad para que reaccionen?”, se pregunta con tono de indignación, recordando que hay vidas en juego y que la erosión no da tregua.
Para la comunidad, la activación del segundo ferry representa una amenaza aún más seria. “Ahora son dos embarcaciones operando en un punto crítico, y eso acelera la desestabilización del terreno. Lo sabe el alcalde, lo saben los técnicos, lo sabe todo el mundo. Pero nadie detiene esto”, dice otro líder comunal.
La tensión va en aumento. No solo por el riesgo inminente de una inundación sin precedentes, sino por la sensación de abandono institucional. Muchos se preguntan dónde están los entes de control, qué papel están cumpliendo la Procuraduría y la Defensoría, y si es que hay que esperar que el río se lleve una calle entera para que se activen las alarmas reales.
“En el alcalde no hay garantías para la salvaguarda de la vida de los salamineros”, insiste Genys Álvarez, quien ha hecho reiterados llamados públicos y en medios regionales sin obtener respuestas concretas.
La historia reciente de Salamina está marcada por la erosión. Las crónicas pasadas ya hablan de miedo, de muros improvisados de costales, de promesas incumplidas y de habitantes desplazados por el agua. Ahora, con un segundo ferry en operación, el drama parece reactivarse en cámara lenta, con la diferencia de que esta vez la advertencia fue clara. Y la decisión, también.
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