
¿Reclutados en la Sierra? Cuatro jóvenes de Malambo desaparecen tras viajar a Santa Marta
Desde el domingo 18 de mayo, los adolescentes están desaparecidos tras abordar un bus hacia Santa Marta. Sus familias temen que hayan sido reclutados por grupos criminales que operan en la Sierra Nevada.
Santiago Andrés, José David Marchena Mantilla, Cristian David Medina Orozco y Omar Suárez salieron de sus casas en Malambo para encontrarse todos en un mismo lugar. Llevaban consigo poco más que una excusa. Uno dijo que iba a jugar fútbol. Otro, que haría un trabajo descargando mangos. Las madres no sospecharon nada extraño. Eran amigos, adolescentes tranquilos, conocidos en el barrio. Pero desde aquel domingo 18 de mayo, no se ha vuelto a saber de ellos.
La última imagen que se tiene es difusa: alguien los vio en la terminal de transporte de Barranquilla, subiendo a un bus con destino a Santa Marta. Desde entonces, el silencio. Ni llamadas, ni mensajes, ni rastros. Solo la angustia creciente en sus hogares, donde temen que algo malo les haya sucedido.
“No son de andar en cosas malas. Nunca se habían perdido así”, dice con la voz quebrada doña Maritza, madre de uno de los chicos, mientras observa el celular esperando una señal.
Como ella, las otras dos familias han emprendido una lucha desesperada por respuestas. Pegaron fotos en postes, acudieron a medios, tocaron puertas oficiales. Pero todo parece estancado.
Hipótesis de un posible reclutamiento
Las autoridades no descartan la hipótesis más aterradora: que los jóvenes hayan sido engañados por redes criminales y estén ahora reclutados en zonas rurales de la Sierra Nevada, en manos de grupos armados que les prometieron dinero fácil. La región ha sido golpeada recientemente por el aumento del microtráfico y la utilización de menores en actividades ilícitas.
Frente a esta posibilidad, la alcaldesa de Malambo, Yenis Orozco, no dudó en actuar. Convocó un Consejo Extraordinario de Seguridad y activó un bloque de búsqueda en conjunto con las autoridades del departamento de Magdalena.

Además, decretó nuevas medidas restrictivas para los menores de edad, con la esperanza de evitar que otros sigan el mismo camino incierto.
“Estamos en máxima alerta. No vamos a permitir que la delincuencia reclute a nuestros niños”, declaró la mandataria, mientras grupos mixtos de la Policía, el Ejército y Defensa Civil patrullan las calles, inspeccionan zonas periféricas y recorren veredas del Magdalena.
Pero la respuesta institucional aún no alcanza para calmar la zozobra. En los barrios donde vivían los muchachos, la gente se organiza. Los mototaxistas reparten volantes, los comerciantes hacen colectas, las redes sociales se llenan de publicaciones con sus rostros y llamados de ayuda.
“Tenemos miedo, sí, pero no nos vamos a rendir”, asegura con fuerza una de las madres, que ha prometido no descansar hasta tener de nuevo a su hijo en casa. Su voz, quebrada por el dolor, refleja el sentimiento de todo un pueblo.

La historia de estos cuatro adolescentes, que salieron a jugar fútbol y no aparecen, es también la historia de una región golpeada por la pobreza, la violencia y la ausencia de oportunidades. Y mientras el país se entera de su desaparición, en Malambo nadie duerme tranquilo. Porque cada minuto que pasa sin noticias la angustia aumenta.
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