
Reclusos en rebeldía desatan nuevamente el caos en el centro de Santa Marta
Una vez más, el hacinamiento y el abandono dentro de la Inspección Norte terminaron en violencia. Reclusos enfurecidos tomaron los techos, arrojaron piedras a policías y civiles, paralizaron el comercio, y sembraron el terror en la carrera quinta. La Defensoría del Pueblo tuvo que intervenir.
El centro de Santa Marta volvió a convertirse en un campo de batalla. Eran las primeras horas de la tarde de este miércoles cuando, de pronto, el bullicio propio de la carrera quinta —una de las zonas más concurridas y comerciales de la ciudad— se transformó en gritos, carreras y caos. Desde los techos de la Inspección Norte, un grupo de presos desató un nuevo motín que paralizó esa parte de la ciudad.
Como si fuera una escena repetida, los reclusos se tomaron violentamente las instalaciones. Esta vez, sin medida alguna, arrojaron piedras, palos y otros objetos contundentes contra todo lo que se moviera: vehículos, peatones, uniformados, tanques elevados de casas vecinas. No hubo tregua. Un carro de la policía terminó con los vidrios destrozados y la carrocería marcada por los proyectiles. Los transeúntes corrieron a refugiarse mientras el tráfico quedaba atrapado en medio de la tensión.
El miedo se apoderó del centro. Nadie quería estar cerca. Los comerciantes cerraron sus negocios a toda prisa, algunos con las manos temblorosas, temiendo que una piedra atravesara sus vitrinas. En minutos, la carrera quinta quedó vacía, como si un fantasma hubiera barrido con la vida cotidiana.
La Policía reaccionó con rapidez. Refuerzos llegaron y acordonaron el lugar para evitar fugas. La Defensoría del Pueblo también se hizo presente, tratando de mediar en medio de la tensión.
Mientras tanto, familiares de los internos se agolpaban en los alrededores, llorando, gritando, exigiendo respuestas. El ambiente era una mezcla densa de angustia y rabia.

Aunque las autoridades aseguraron que la situación estaba “bajo control”, lo que quedó fue la evidencia de un sistema penitenciario colapsado. En la Inspección Norte, el hacinamiento es brutal y el manejo de enfermedades brilla por su negligencia. Esta nueva explosión de violencia no es más que un grito desesperado de quienes viven entre barrotes, pero también una amenaza constante para quienes viven en los alrededores de esta zona comercial.
Santa Marta vuelve a preguntarse: ¿hasta cuándo el centro de la ciudad será rehén del colapso carcelario?
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