“¿Por qué, Margareth?”: El dolor que deja el suicidio de una niña de 14 años en Santa Marta


Tenía apenas 14 años, era una adolescente querida y sonriente que estudiaba en la Normal de Señoritas y soñaba con un futuro prometedor. Su muerte por decisión propia el pasado viernes sacudió a su familia, al barrio Chimila y a toda Santa Marta, que hoy se pregunta cómo prevenir nuevas tragedias silenciosas.

Margareth Rodríguez acababa de cumplir 14 años. En las redes sociales aún flotan las fotos de su reciente celebración: una torta sencilla, globos rosados y una sonrisa que parecía auténtica. Pero el viernes por la tarde, esa alegría aparente se desvaneció para siempre. Margareth fue hallada sin vida en su casa del barrio Chimila, en el nororiente de Santa Marta. Se quitó la vida, dejando un vacío imposible de llenar y una pregunta que no deja de repetirse: ¿por qué?

Era estudiante del Instituto de Educación Distrital Normal Superior de Señoritas. Allí, según docentes y compañeras, se destacaba por su carisma, su belleza física y sus ganas de participar. No era la más extrovertida, pero se le veía feliz. Al menos eso creían todos. Nadie imaginó que algo tan oscuro la estaba consumiendo por dentro.

“Parecía una niña feliz. Siempre con una sonrisa, saludaba con cariño. No lo puedo entender”, repite una de sus profesoras entre lágrimas.

En su casa, el dolor es abrumador. Los padres no comprenden qué ocurrió. Se sienten culpables. Dicen que como cualquier familia enfrentaban dificultades, pero jamás imaginaron que su hija estaba lidiando con una tristeza tan profunda. “¿Qué hicimos mal?”, “¿Por qué nunca nos dijo que se sentía así?”, se preguntan una y otra vez en medio de la conmoción.

Lo cierto es que Margareth nunca habló. O no lo suficiente. Tal vez dio señales que nadie supo leer. Tal vez gritó en silencio esperando que alguien escuchara. La presión social, la exigencia escolar, los conflictos en casa o las dudas propias de la adolescencia… cualquier cosa, o una combinación de todas, pudieron haberla llevado a ese límite. Pero nada lo justifica, todos saben que se pudo evitar. 

El barrio Chimila está de luto. Las vecinas abrazan a la madre de Margareth con lágrimas en los ojos. Nadie puede imaginar el peso de ese dolor: perder a una hija tan joven, de una forma tan devastadora. Los padres de los compañeros de Margareth en el colegio desde que se enteraron de esta noticia no sueltan a sus hijos. Les dicen que los aman, que hablen, que nunca guarden el dolor.

El caso de Margareth ha dejado una herida abierta en Santa Marta. No es el primero, y lamentablemente, no será el último si no se toman medidas urgentes. Expertos en salud mental insisten en la necesidad de reforzar los canales de atención psicológica en colegios, hogares y comunidades. De hablar del suicidio sin miedo, sin tabúes, con responsabilidad y empatía.

Porque Margareth tenía sueños. Quería ser profesional, tal vez médica, tal vez abogada. Tenía amigos, tenía familia, tenía todo un camino por recorrer. Pero algo, que aún nadie logra descifrar del todo, la llevó a rendirse.

Hoy, su historia duele. Duele a quienes la conocieron y a quienes no. Duele porque pudo evitarse. Porque era solo una niña.


¿Quieres pautar

con nosotros?