Las autoridades capturaron a los presuntos atacantes del triple crimen en Pasacaballos, ocurrido mientras los uniformados realizaban control en la vía.

Cartagena no termina de reponerse del horror que dejó el ataque armado del pasado viernes Santos en el corregimiento de Pasacaballos. Este lunes, la ciudad vuelve a vestirse de luto tras confirmarse la muerte del subintendente Jhon Jairo Evangelista Monterrozo, quien había quedado gravemente herido en medio del atentado.

Su fallecimiento eleva a tres el número de víctimas mortales y revive la angustia que dejó ese día de sangre.

Evangelista había sido trasladado en estado crítico a un centro asistencial, donde médicos lucharon durante días por salvarle la vida. Pero su cuerpo no resistió.

La noticia de su muerte cayó como un nuevo golpe anímico entre sus compañeros, familiares y una ciudadanía que ya lamentaba la pérdida del joven patrullero Andrés Felipe Carrillo Bayona, de apenas 21 años, y la del civil Rufino Giraldo Polo, de 64, alcanzado por las balas mientras transitaba por el sector conocido como La 15, cerca de la salida hacia Santa Ana.

Ese viernes los policías realizaban labores de rutina: control, verificación de antecedentes. Nada que no hicieran a diario. Pero de pronto, desde una moto los atacaron con disparos de fusil que portaban sicarios con el rostro cubierto.

El «plan pistola» del Clan del Golfo, según las autoridades, volvió a cobrarse víctimas de uniforme.

El subintendente Evangelista se convirtió en el símbolo de una lucha que muchos uniformados libran a diario.

La Policía Nacional confirmó que ya fueron capturados los presuntos responsables del ataque. Serían ciudadanos extranjeros, cuyas pruebas de absorción atómica determinarán si dispararon contra los agentes.

Este atentado no es un hecho aislado. Se inscribe en una preocupante escalada de violencia contra miembros de la Fuerza Pública que afecta a distintas regiones del país. Una violencia que parece querer acallar el uniforme, el deber, la ley.