Padre biológico de Lyan, el niño secuestrado, era cabecilla de ‘Los Rastrojos’: el crimen detrás del secuestro


El caso del menor de 11 años raptado en Jamundí toma un nuevo rumbo: su padre biológico, alias ‘Mascota’, fue un despiadado líder criminal, y su muerte habría desatado una vendetta entre narcos que hoy pone a su familia en el centro de una red de deudas, amenazas y silencios.

El secuestro de Lyan, el niño de 11 años liberado el miércoles 21 de mayo de 2025 en el Valle del Cauca, ha dejado de ser solo una historia de extorsión millonaria. Con la reciente publicación de una investigación de la revista Semana, el caso se transforma en un capítulo más dentro de una oscura saga criminal que tiene como protagonista al padre biológico del menor, José Leonardo Hortúa Blandón, alias ‘Mascota’, un sanguinario exintegrante de ‘Los Rastrojos’.

‘Mascota’, asesinado en 2013 mientras recibía atención odontológica en Cali, era conocido por degollar a sus víctimas en la zona de Tuluá y por su cercanía con el temido capo ‘Diego Rastrojo’, líder de la estructura criminal. De hecho, Hortúa no solo fue su hombre de confianza, sino también señalado como su posible sucesor.

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A pesar de haber sido capturado en 2010, obtuvo casa por cárcel tras alegar graves problemas de salud derivados de heridas de bala que le habría provocado su pareja. Aún en reclusión domiciliaria, continuó imponiendo terror, lo que le ganó otro alias: ‘Mochacabezas’.

Hoy, las autoridades creen que el rapto de Lyan fue una represalia relacionada con deudas del pasado entre la familia de ‘Mascota’ y antiguos socios criminales, quienes no olvidaron viejos pendientes tras la muerte del capo ni tras la extradición de ‘Diego Rastrojo’.

El niño fue secuestrado el 3 de mayo de 2025 en Jamundí, y según fuentes consultadas, el acto fue ejecutado por la disidencia ‘Jaime Martínez’ como parte de una operación por encargo. El objetivo: presionar el pago de una deuda que superaría los $37.000 millones.

En el centro de esa deuda estarían la madre del menor, Angie Bonilla, y su pareja actual, Jorsuar Suárez, quienes, según las investigaciones, eran los verdaderos blancos del grupo armado. Sin embargo, los delincuentes optaron por tomar al niño como herramienta de presión.

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Bonilla, según el reportaje, habría actuado como testaferro de ‘Mascota’ y también de ‘Diego Rastrojo’, lo que la ubica en medio de una red criminal que continúa vigente, operando desde las sombras y resolviendo sus conflictos a sangre y fuego.

Durante el cautiverio, la vida del niño fue protegida por otros criminales —‘Pipe Tuluá’, ‘Guacamayo’ y ‘Alacrán’— quienes intercedieron para evitar una tragedia mayor. Incluso, se autorizó a la familia enviar medicamentos y mantener contacto por videollamada. El miedo a un enfrentamiento entre pesos pesados del crimen organizado disuadió a las autoridades de cualquier intento de rescate armado.

Si al niño le pasa algo, se nos cae la ciudad”, aseguraron fuentes cercanas a los hechos, dando cuenta del poder y la tensión que rodean el caso.

Tras la entrega del niño, el drama no terminó. Uno de los familiares que gestionó el rescate, Jesús Antonio Cuadros, primo del padrastro, fue asesinado a sangre fría al día siguiente, lo que avivó el temor de la familia y confirmó que el conflicto está lejos de cerrarse.

Aunque la familia de Lyan niega cualquier nexo con el narcotráfico, el historial de ‘Mascota’ y las pruebas de su influencia criminal revelan una verdad más inquietante: el secuestro no fue una coincidencia, sino el coletazo de un legado violento que persiste más allá de la tumba.


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