
“Olvídese del niño para siempre”: el desgarrador relato de madre cuyo hijo fue asesinado por venganza por su propio padre
La mujer revive la madrugada en que su expareja se llevó a su hijo de 14 meses y lo asesinó para castigarla por no volver con él. Durante una semana de terror, recibió amenazas, chantajes y silencio, hasta que la confesión del hombre reveló el destino de Salvador: estaba enterrado bajo un puente en la vía Cali–Palmira.
Las últimas palabras que Yakeline García escuchó de Miguel Ángel Meza todavía la persiguen:
“No se lo voy a entregar. Esta es mi venganza por no querer volver conmigo. Olvídese del niño para siempre.”
Era la madrugada del 23 de octubre de 2021. Su hijo Salvador, de apenas 14 meses, había desaparecido de su hogar en el barrio Marroquín, noroccidente de Cali. En cuestión de minutos, una visita supervisada por la Comisaría de Familia se convirtió en un secuestro y en el inicio de una tragedia que Yakeline no pudo detener.
Ella llevaba un año separada. No por capricho, sino por sobrevivir.
Había soportado años de control, insultos, humillaciones y amenazas. Meza revisaba su celular, cuestionaba sus horarios de trabajo y la acusaba de “buscar hombres” cada vez que intentaba tener una vida normal.
Intentó recomponer la relación cuando quedó embarazada, pero todo se rompió al regresar de su licencia de maternidad y encontrar la casa vacía: él había retirado los muebles para castigarla. Fue ahí cuando decidió terminar para siempre.
La noche en que Meza dejó de fingir
El 23 de octubre, Meza llegó a la vivienda para ejercer su derecho de visita: una hora con el niño. Mientras jugaba con Salvador, Yakeline trataba de mantener la calma, pensando que ese día sería como los anteriores. Pero en un descuido, el hombre tomó al bebé y salió de la casa sin vuelta atrás.
Cuando no regresó, ella le escribió desesperada.
La respuesta fue un golpe seco al pecho:
“Es mi venganza. Olvídese del niño.”
Yakeline recuerda que en ese instante supo que algo terrible podía pasar, pero no imaginó hasta dónde llegaría la crueldad.
Amenazas, chantajes y un silencio que mataba más
Aunque ya no vivían juntos, el maltrato no había terminado.
Meza la hostigaba, la insultaba e incluso llegó a exigirle fotos íntimas a cambio de pruebas de vida del pequeño. Yakeline lo denunció, pero el sistema no actuó con la rapidez desesperada que necesitaba una mujer que sabía que su agresor era capaz de todo.
Los siete días siguientes se convirtieron en un infierno: no comía, no dormía, caminaba por calles que no conocía, seguía pistas que no llevaban a ningún lado, llamaba a familiares, rogaba a las autoridades que aceleraran la búsqueda.
Cada noche era una tortura.
Cada minuto sin noticias era otro golpe.
La captura, la confesión y el hallazgo
El 31 de octubre, la Policía capturó a Meza en una zona rural de Tumaco, Nariño. Durante el interrogatorio, confesó el crimen y entregó las coordenadas del sitio donde había dejado al niño.
Cuando los investigadores llegaron al corregimiento La Dolores, en la vía Cali–Palmira, encontraron al pequeño Salvador a medio enterrar, en avanzado estado de descomposición, bajo un puente. La escena paralizó a los presentes. No había dudas: había sido un asesinato deliberado y brutal.
La tía materna confirmó lo que Yakeline temía:
“Está como asfixiado y degollado… Él era violento. Esto lo hizo para hacerle daño a mi hermana.”
El proceso judicial avanzó rápido. Meza fue condenado a 33 años de prisión recientemente.
En su declaración afirmó que mató a Salvador porque “no sabía qué más hacerle” a Yakeline para impedir que ella siguiera adelante con su vida.
La frase lo dice todo: su venganza importaba más que la vida de su propio hijo.
La pregunta que no deja de doler
Hoy, Yakeline sigue preguntándose cómo alguien capaz de abrazar a su hijo pudo también asesinarlo.
“Miguel no parecía ser un mal papá, pero hizo todo eso por hacerme daño a mí. Eso significa que, por encima del amor a sus hijos, estaba su necesidad de lastimar a la mujer que decía amar.”
Salvador tendría hoy cuatro años.
Pero su vida terminó por la decisión de un hombre que convirtió la violencia doméstica en homicidio. Y su madre carga con un dolor que ningún juicio, condena o sentencia puede reparar.
“Quisiera que nadie más pasara por lo que yo viví. Nadie merece perder a un hijo por la venganza de un adulto”, dice Yakeline, todavía con la voz quebrada.
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