Por las manos de artesanos, pescadores y madres cabeza de familia, un rincón del Magdalena resurge como punto clave del turismo sostenible.
En Puebloviejo, justo donde el asfalto se encuentra con los reflejos brillantes de la Ciénaga Grande de Santa Marta, una nueva historia comienza a escribirse con las voces y manos de su propia gente. Se trata del renovado Parador Turístico Ciénaga Mágica, un espacio que, más allá de sus toldos y coloridos puestos de venta, guarda en cada rincón el pulso de una comunidad que ha decidido apostarle al turismo como forma de vida.
Con el arranque oficial durante esta Semana Santa, el lugar se llenó de aromas a dulces, a madera tallada con esmero y artesanías transformadas en verdaderas obras de arte. Bajo un sol generoso, los visitantes fueron recibidos por mujeres como Doña Rosalba, madre cabeza de hogar que ahora lidera uno de los puntos de ventas del parador.

“Antes vendía mis artesanías casa a casa, ahora tengo mi propio espacio. Aquí no solo estoy tranquila, sino que muestro lo que somos: sabor, historia y corazón”, cuenta, con orgullo, mientras ofrece diferentes productos con los que se roba las miradas y abre apetitos.
La nueva cooperativa que brinda oportunidades a hombres y mujeres
Este proyecto nace como parte de la Cooperativa Multiactiva de Turismo para el Cambio Ciénaga Mágica, impulsada por la Agencia de Economía Solidaria creada en el gobierno de Carlos Caicedo y consolidada por la actual administración de Rafael Martínez.
La apuesta es clara: fomentar el turismo desde la raíz, con rostro humano y modelo asociativo.

“El interés de esta empresa no es enriquecerse, su objetivo es dar oportunidades y trabajo digno a los que viven de la Ciénaga y del turismo”, afirmó el gobernador durante el acto de apertura realizado el lunes 14 de abril.
Desde el pabellón turístico de Puebloviejo, presentó un conjunto de estrategias, entre ellas un paseo marítimo y el fortalecimiento de la seguridad para hacer del Magdalena un destino confiable y sostenible.
Pero detrás del discurso institucional, están las historias que realmente dan sentido a este parador.

Jorge Luis, pescador desde los 12 años, ahora también guía turístico improvisado, enseña a los visitantes sobre los secretos del manglar. “Aquí uno aprende de niño a leer las aguas, a entender los vientos. Que ahora eso sea algo que puedo enseñar a los turistas, es bonito, es algo que me llena”.
Un parador con una extraordinaria ubicación
La ubicación del parador no es coincidencia. Está justo frente a la Ciénaga Grande, ese gigantesco espejo natural que refleja el alma del Caribe colombiano. Un ecosistema vital no solo por su biodiversidad, sino porque en él laten tradiciones centenarias. Desde la venta de bordados hechos a mano, hasta las leyendas de Macondo que, dicen los locales, todavía se susurran con el viento.
El sitio cuenta con espacios renovados para la venta de artesanías, bebidos y pasabocas con productos típicos basados en frutos del mar, y zonas de descanso donde los visitantes pueden disfrutar de una vista privilegiada del ecosistema. Todo, gestionado y operado por los propios habitantes, quienes ven en este proyecto una forma digna de mejorar sus condiciones de vida.

“Lo que buscamos es que el turismo aquí no sea algo que venga de afuera a imponer. Queremos que sea la gente de aquí la que reciba, la que narre su historia, la que se beneficie”, explicó Martínez, al tiempo que hizo un llamado a la Alcaldía de Puebloviejo para fortalecer el acompañamiento institucional.
Las cifras del gobierno nacional
Según cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el sector turístico en el Magdalena ha crecido un 18,7 % en los últimos dos años, una muestra del potencial de la región. Sin embargo, desde la Gobernación se insiste en que este crecimiento no debe ir en contravía de la conservación ambiental. Por ello, se trabaja de la mano con Parques Nacionales Naturales para asegurar que la biodiversidad de la Ciénaga Grande se mantenga protegida por encima de cualquier actividad comercial.

El Parador Ciénaga Mágica no es solo un sitio para pasar un rato agradable y comprar recuerdos. Es un símbolo de lo que puede lograrse cuando el desarrollo se hace con la gente, cuando el turismo no arrasa sino que construye.
Es, en palabras de Doña Rosalba, “un lugar donde la gente de aquí volvió a creer en sí misma”.
Así, entre alegría, altas expectativas, manglares y sueños compartidos, el Magdalena reafirma su vocación turística sin perder la esencia que lo hace único: su gente.