“No podré ver a mis padres por 10 años”: extranjero pide perdón por destrozos en aeropuerto de Cartagena


Emanuel Hernández, ciudadano estadounidense que fue expulsado tras un violento altercado en Migración Colombia, rompió el silencio. Entre lágrimas, explicó las razones de su conducta, se disculpó por sus actos y lamentó profundamente no poder regresar al país donde vive su familia.

La escena se viralizó rápidamente. Un hombre, exaltado, sin camisa, grita, patea, lanza papeles al piso y causa destrozos en la zona de Migración del aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena. La policía lo reduce, los viajeros lo graban. “Un turista perdió el control”, decían los titulares. Pero detrás del escándalo público hay una historia que el propio protagonista quiso contar.

Emanuel Hernández, ciudadano estadounidense de 42 años, no se esconde. Acepta su error. Llora mientras habla. Y lo primero que dice es: “Lo lamento profundamente. No fue la forma. Amo este país. Aquí están mis padres y no podré verlos en 10 años”.

El incidente ocurrió el jueves 17 de julio, luego de un viaje que, según relata, ya venía cargado de estrés, agotamiento y malestar físico. Venía desde Orlando, Florida, con un itinerario lleno de retrasos, escalas largas y dos noches sin dormir. Cuando finalmente llegó a Cartagena, la fila de Migración fue la gota que rebasó su paciencia.

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“Sentía que me desmayaba. Me quité la camisa porque el calor era insoportable. Fue un momento crítico. Lo siguiente fue ver a los funcionarios grabándome, burlándose… ahí exploté”, recuerda. Su versión contrasta con la imagen violenta que se volvió viral. “No justifico nada. Me equivoqué. Pero fue una reacción humana ante un momento extremo”.

Lo que siguió ya es historia conocida: alteración del orden público, daños materiales, detención policial y una sanción que le cambiará la vida. Migración Colombia resolvió su expulsión inmediata y le prohibió ingresar al país durante una década.

La medida, aunque ajustada a la ley, cayó duro sobre Hernández. No por él —asegura—, sino por lo que deja atrás. “Viví en Barranquilla de niño. Mis papás están acá, son mayores. Yo quería verlos, compartir con ellos… y ahora no puedo ni entrar al país”.

No soy una mala persona 

Dice ser un trabajador estable en Estados Unidos, sin antecedentes de comportamientos agresivos, y que esa reacción en Cartagena no representa quién es.

“No soy una mala persona. Cometí un error. Pido perdón. Estoy pagando las consecuencias, y lo haré con responsabilidad. Pero que la gente sepa que me duele, que esto me está partiendo por dentro”.

Las autoridades fueron claras: su comportamiento puso en riesgo la seguridad del aeropuerto y atentó contra la tranquilidad del área migratoria, razones suficientes para la sanción. Para Hernández, la sentencia va más allá del castigo legal: es un exilio forzoso lejos de sus raíces y de sus padres, a quienes —confiesa— no sabe si volverá a ver con vida.

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Emanuel Hernández ya está de vuelta en Estados Unidos. Pero una parte de él —dice— se quedó atrapada en ese aeropuerto, entre la culpa, el remordimiento y un país que ya no podrá pisar.


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