El presunto ladrón fue sorprendido intentado robar en inmediaciones del centro comercial Prado Plaza, en Santa Marta. La comunidad lo retuvo, la Policía evitó una golpiza mayor y él, lejos de mostrar culpa, se mostró indignado porque lo llamaron ladrón. Terminó en la Fiscalía en medio de gritos, empujones y amenazas de denuncia.

La escena se armó rápido y con tensión en la zona bancaria de Prado Plaza, donde cualquier movimiento extraño hace saltar las alarmas. Un hombre fue sorprendido manipulando a la fuerza las puertas de varios vehículos y, antes de que pudiera escapar, vecinos y transeúntes lo cercaron. El panorama se puso caliente: la comunidad lo señaló de estar robando y lo redujo en el piso.

La Policía llegó en cuestión de segundos, alertada por el riesgo de que la situación terminara en una paloterapia. Los uniformados lo levantaron del suelo, lo esposaron y trataron de controlar a la gente, que no dejaba de reclamar por su acción.

Aun así, el sujeto alcanzó a recibir varios golpes y una lluvia de insultos. “¡Ladrón!”, le repetían. Pero, contrario a lo que se esperaba, no mostró arrepentimiento ni miedo: se ofendió. Molesto, alterado y alzando la voz, exigía respeto y pedía que dejaran de llamarlo así.

“No soy ningún ladrón, estaba revisando un carro que dejaron abierto para que no se perdiera nada”, dijo una y otra vez, una explicación que encendió más la molestia de quienes estaban alrededor. Nadie le creyó.

Los agentes tuvieron que abrir paso entre empujones. El hombre seguía reclamando que lo trataran “como una persona”, asegurando que denunciaría a quien lo golpeó. La discusión subió de tono mientras era llevado hacia la patrulla, con la multitud indignada detrás y él.

Finalmente, fue trasladado a la Fiscalía para su respectiva judicialización. La comunidad, todavía alterada, sostuvo que lo sorprendieron forzando al menos dos vehículos. Él insistía en su versión, repetida como un disco: que solo estaba “cuidando” un carro ajeno.

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En Prado Plaza la gente quedó con la sensación de que la seguridad sigue frágil. Y el capturado, con la idea fija de que fue “irrespetado”.