“No es traición, es evolución”: Isis Navarro defiende su salida del petrismo y llegada al Centro Democrático


La reconocida líder social, exfuncionaria del gobierno Petro y excandidata por Colombia Humana, anunció su llegada al Centro Democrático para buscar una curul en la Cámara de Representantes. El viraje sacude el tablero político del departamento.

El anuncio de Isis Margarita Navarro Cera cayó como una bomba en el escenario político del Magdalena. La mujer que hace apenas unos meses agitaba banderas del progresismo, hoy se presenta bajo el sello del uribismo con el propósito de llegar al Congreso de la República.

A través de sus redes sociales, Navarro hizo público lo que calificó como “una evolución” en su trayectoria política.

“La vida me ha enseñado que los cambios no son traición, sino evolución”, escribió, anticipándose a las críticas de quienes ven en su decisión un salto radical entre orillas irreconciliables.

Su carrera no ha sido menor. Fue secretaria de Desarrollo Económico en el gobierno distrital respaldado por Fuerza Ciudadana; luego, el presidente Gustavo Petro le confió la dirección la dirección regional de la Agencia Nacional de Tierras en el Magdalena y posteriormente la Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta (Essmar), en medio de la crisis que vivía la entidad. Finalmente en 2023 alcanzó cerca de 8.000 votos como candidata a la alcaldía de Fundación por Colombia Humana.

Hoy, su nombre se inscribe en las listas del Centro Democrático, la colectividad que históricamente ha sido el mayor contradictor del petrismo. Navarro asegura que lo hace con la misma convicción de

“trabajar con firmeza y corazón grande por el Magdalena”.

Su decisión marca un giro inesperado en la política local: de ser aliada del progresismo pasó a convertirse en ficha de la derecha más dura. Una movida que, para sus críticos, es una traición ideológica; pero para sus seguidores, una muestra de pragmatismo y de que la política, al final, se trata de resultados más que de etiquetas.

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El salto de Isis Navarro deja en evidencia cómo las fronteras entre izquierda y derecha en el Magdalena son cada vez más difusas, y cómo el poder local sigue siendo un terreno donde las alianzas se rompen y se reconstruyen con la misma rapidez con la que se anuncian en redes sociales.


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