Niña de 10 años de Fundación, con su puño y letra presentó una tutela contra su padre y la ganó


La menor sorprendió al país al redactar de su puño y letra una acción de tutela en la que pidió ser escuchada sobre quién reconoce como su verdadero padre. Su valentía inspiró a la Corte Constitucional a darle la razón y a replantear cómo la justicia debe oír a los niños.

Luciana no levantó pancartas ni buscó un adulto para que hablara por ella. Sentada en una mesa de su casa, con un cuaderno y un lápiz, redactó lo que se convertiría en un documento que cambiaría su vida. Tiene 10 años y decidió usar lo aprendido en el colegio sobre el derecho de tutela para hacer valer lo que sentía en lo más íntimo: quién era, para ella, su verdadero padre.

“Para mí él es mi papá, lo amo mucho y me enseña mucho”, escribió de manera clara y contundente. No hablaba del hombre que la engendró, sino del padrastro que desde pequeña había estado presente en sus juegos, en sus tareas y en los momentos importantes de su infancia.

El conflicto que la llevó a escribir
La historia empezó cuando su padre biológico, ausente durante años, solicitó ante un juez visitas reguladas. El fallo judicial se inclinó a su favor. Pero esas visitas nunca fueron motivo de alegría para Luciana: cada encuentro significaba ansiedad, incomodidad y una sensación de estar frente a un extraño.

La niña lo expresó con la sinceridad de su edad: “Está el señor que me dio únicamente la vida y ya, tenía tiempo sin verlo, no me llama, ni en mi cumpleaños”. Sus palabras no fueron un berrinche infantil, sino el testimonio de una relación inexistente.

La tutela escrita a mano

Fue entonces cuando, con el acompañamiento de un vecino abogado, Luciana tomó la decisión de escribir. El documento estaba hecho de frases sencillas, directas, cargadas de sentimiento y claridad. No usó tecnicismos: apeló al derecho que todo niño tiene de ser escuchado y de que su opinión sea tenida en cuenta en decisiones que afectan su vida.

Su petición era sencilla: que la justicia respetara su voluntad y reconociera que el hombre a quien llamaba papá no era el biológico, sino el que la había criado con afecto y compromiso.

El camino judicial

Al principio, su escrito no encontró eco. En primera y segunda instancia, los jueces rechazaron la tutela. La voz de Luciana fue vista como un alegato menor, insuficiente frente al reclamo de un adulto con derechos biológicos reconocidos.

Pero la niña no se rindió. Su caso llegó a la Corte Constitucional, la cual en la sentencia T-350 de 2025, reconoció lo que antes se había negado: la voz de Luciana no podía ser ignorada. El fallo anuló el régimen de visitas que había sido impuesto y ordenó rehacer el proceso tomando en cuenta la opinión de la niña.
Para la Corte, el gesto de Luciana fue una muestra de madurez y valentía. Sus palabras escritas a mano no solo defendían su derecho personal, sino que abrían la discusión nacional sobre cuánto y cómo escuchamos a los niños en decisiones que afectan su vida emocional y familiar.

La lección de Luciana

En Fundación, donde vive, su caso se comenta con admiración. No fue un abogado de renombre ni una organización internacional la que marcó la diferencia, sino una niña que decidió hacer valer su sentir con un lápiz y un papel.

Luciana dejó claro que ser escuchada no es un privilegio, sino un derecho. Que la justicia no puede construirse solo con códigos y expedientes, sino también con las voces pequeñas que reclaman ser tomadas en cuenta.

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Su historia no es solo la de un litigio ganado, sino la de una infancia que se atrevió a alzar la voz para defender su verdad más íntima: el amor hacia quien eligió como padre.


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