Mototaxista denuncia que perdió un ojo por infección tras salpicadura de aguas residuales en Santa Marta


Lo que parecía un incidente menor en plena jornada laboral se convirtió en una tragedia para un mototaxista samario. Una salpicadura de agua contaminada provocó una infección fulminante que le arrebató la visión de un ojo, dejándolo sin su principal fuente de sustento.

Un charco en medio de la vía. Un vehículo que pasa rápido. Una salpicadura. Así empezó el calvario de un mototaxista samario que jamás imaginó que aquel día rutinario de trabajo se transformaría en una pesadilla.

Era una jornada cualquiera en las calles de Santa Marta. Bajo el sol inclemente, el mototaxista —quien pidió mantener su identidad en reserva— buscaba el sustento diario recorriendo las avenidas de la ciudad. Todo transcurría con normalidad hasta que un carro, al pasar a gran velocidad sobre un charco, levantó una ola de agua que impactó directamente su rostro.

El líquido le entró a los ojos, pero él no le dio importancia. “Fue solo agua sucia”, pensó, y continuó con su día. Sin embargo, al llegar la noche, comenzó a sentir ardor y enrojecimiento en el ojo derecho. Lo atribuyó al polvo y al cansancio, sin imaginar lo que vendría.

Pasaron las horas y el dolor se intensificó. Aun así, no detuvo su trabajo. Con las cuentas del día pendientes y el miedo a quedarse sin ingresos, decidió seguir rodando por las calles. Al tercer día, el malestar se volvió insoportable. El párpado inflamado, el ojo lagrimeaba sin control y la visión comenzaba a nublarse. Fue entonces cuando decidió acudir a un centro asistencial.

Lo que escuchó del médico lo dejó helado.

“La infección estaba muy avanzada. Me dijeron que las bacterias del agua habían dañado el ojo y que ya no se podía hacer nada”, relató con voz entrecortada.

Le cambió la vida para mal

El diagnóstico fue devastador: pérdida total de la visión en su ojo derecho. Los especialistas le explicaron que el líquido contaminado, probablemente mezclado con desechos orgánicos y químicos, había ingresado al globo ocular y desencadenado una infección fulminante.

“El doctor me regañó porque no fui antes. Me dijo que si hubiera venido el primer día, tal vez me habrían salvado el ojo”, contó el afectado, todavía incrédulo por cómo algo tan simple se convirtió en una tragedia irreversible.

La pérdida no fue solo física. Su vida cambió por completo. Con un solo ojo, ya no puede conducir con seguridad, y eso significa renunciar al oficio que durante años le permitió sostener a su familia. “Con un solo ojo no puedo manejar bien y no quiero poner en riesgo a nadie. Me toca parar”, dice resignado.

Desde entonces, su esposa asumió el rol de proveedora. Consiguió un empleo temporal mientras él busca nuevas formas de generar ingresos. Las jornadas ahora son distintas: ya no está en la calle bajo el sol, sino en casa, intentando adaptarse a una nueva realidad.

Lea aquí: Tragedia en San Zenón: niño de 12 años murió ahogado tras caerse de la canoa en la que transportaba

“Solo quiero que lo que me pasó sirva de advertencia para que nadie más pase por esto. Si uno siente algo raro en los ojos, hay que ir al médico enseguida”, reflexiona.

Hoy, el hombre vive con una cicatriz que no se ve, pero se siente. La del golpe que le cambió la vida, la del ojo que perdió por un simple descuido y la del miedo que aún lo acompaña cada vez que llueve y los charcos vuelven a llenar las calles.


¿Quieres pautar

con nosotros?