En la embarcación improvisada y sin equipo médico, la enfermera asistió el parto de la mujer en pleno río Magdalena. Con solo sus conocimientos y el apoyo de los pasajeros, logró traer al mundo a un bebé sano y salvar ambas vidas.
El río Magdalena, testigo de tantas historias, sumó una más a su cauce: la de una madre que, con el alma en vilo y el cuerpo entregado a la naturaleza, trajo a su hijo al mundo en medio de sus aguas.
Fue una mañana en el corregimiento de El Carmen, en Plato, Magdalena, cuando Maite Florez Díaz, embarazada y con los dolores de parto anunciándose sin aviso, abordó una chalupa con destino al hospital más cercano.
El tiempo era escaso y cada minuto contaba. Su única esperanza era alcanzar el centro asistencial antes de que su hijo decidiera nacer. Pero el río tenía otros planes.
En la embarcación como una coincidencia divina viajaba Duberlys Lara, una enfermera con años de experiencia en partos, pero sin las herramientas necesarias para enfrentar lo que estaba a punto de suceder.
A bordo de la chalupa, la situación se volvió cada vez más crítica. Los dolores de Maite aumentaban, y la decisión de actuar era urgente. A falta de equipo médico, Duberlys solo contaba con su conocimiento, sus manos, y la ayuda improvisada de los otros pasajeros, quienes no dudaron en colaborar para que aquella vida, aún frágil y en proceso de llegar al mundo, pudiera respirar.
Así fue el parto
Duberlys, con calma y precisión, orientó a Maite y a los presentes en lo que parecía un parto imposible. Con paciencia y determinación, logró guiar el nacimiento de un niño que se aferraba a la vida en medio de la inmensidad del río. Fue un momento de silencio absoluto, interrumpido solo por el primer llanto de la criatura.
La embarcación, el río, y los pasajeros fueron testigos de un acto heroico que marcó a cada uno de los presentes.
Con el bebé sano y salvo en brazos, Duberlys lo entregó a Maite, quien, con lágrimas de alivio, abrazó a su hijo, agradeciendo en silencio a la enfermera que se había convertido en su ángel en ese instante de incertidumbre y miedo.
La chalupa avanzó entonces hacia la orilla, y madre e hijo fueron llevados a un centro asistencial, donde los médicos confirmaron lo que todos esperaban: estaban en perfecto estado.
La noticia se extendió rápidamente en El Carmen y sus alrededores, y no pasó mucho tiempo antes de que los aplausos y felicitaciones se dirigieran hacia Duberlys Lara, quien, con su conocimiento y templanza, había cambiado el rumbo de aquella historia que pudo haber terminado en tragedia.
Su acto heroico resonó entre los habitantes de Plato, quienes reconocieron en ella el valor de quienes, sin importar las circunstancias, cumplen con su deber.
El río Magdalena, que en otras ocasiones ha sido escenario de historias trágicas y desafíos, fue esta vez el escenario de una historia de esperanza y valentía. La historia de un nacimiento que, en medio de la adversidad, encontró la vida.