Mataron a ‘Ñoñito’ en Medialuna, donde la muerte ya no sorprende


Al hombre lo obligaron a descender de un vehículo y en la mitad de la vía lo derribaron a tiros.

Manuel Elías Ordóñez no alcanzó a saber que ese miércoles sería el último día de su vida. Salió como cualquier otro, abordo de un vehículo por las calles polvorientas del corregimiento de Medialuna, en Pivijay, donde la violencia dejó de ser noticia para convertirse en costumbre.

Pero a plena luz del día, como si no existieran límites ni autoridad, hombres armados en moto lo interceptaron y sellaron su destino.

Le pidieron que se bajara del carro. Supuestamente querían hablar con él. Un gesto frío, casi cortés, que no hacía presagiar el desenlace. Apenas descendió y el conductor se alejó, le dispararon sin dudarlo. Varias veces. Las necesarias para asegurarse de que no se levantara. Su cuerpo quedó tendido en la mitad de la calle, frente a vecinos paralizados por el miedo y el horror.

El nombre de la víctima era conocido en el pueblo. A ‘Ñoñito’, como todos le decían, lo identificaban por su trato amable, por su vida sencilla. Pero en Medialuna, eso ya no importa. La muerte escoge sin preguntar, y los asesinos no se detienen a explicar. Tras ejecutar el crimen, desaparecieron como llegaron, sin dejar rastro.

Las autoridades llegaron después, cuando ya el rumor del asesinato se había esparcido y el miedo volvía a colarse por las ventanas. Dijeron que investigan, que reforzarán la seguridad, que darán con los responsables. Pero en Medialuna, ese libreto se repite tras cada homicidio.

Este corregimiento de Pivijay se ha convertido en tierra sin ley, donde los violentos se pasean con soberbia y retan abiertamente al Estado. Ni la presencia del Ejército patrullando las calles ha logrado frenar la ola de crímenes que se multiplica sin horario ni lugar. Aquí se mata en cualquier esquina, a cualquier hora. La impunidad es la norma, y la esperanza, un recuerdo lejano.

Algunas familias, ya hartas de vivir con el alma en vilo, han decidido marcharse. Empacan lo que pueden, bajan las cortinas y se despiden sin saber si algún día regresarán. El miedo los expulsó.

Mientras tanto, en Medialuna, otro nombre se suma a la lista de muertos. Esta vez fue ‘Ñoñito’. Mañana, quién sabe. La única certeza es que la violencia sigue viva y nadie parece capaz de detenerla.


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