Más barrios se quedan sin agua por daños en el sistema: Essmar pide más paciencia mientras busca soluciones


Fallas en la bomba de la estación Cárcamo de la U y en el Pozo U2 dejaron sin el servicio a decenas de sectores. La Essmar promete reparaciones urgentes, mientras la comunidad enfrenta la incertidumbre de un servicio cada vez más deficiente.

La lista de barrios sin agua en Santa Marta volvió a crecer. Esta vez, una avería en la bomba 1 de la Estación de Bombeo de Agua Potable Cárcamo de la U y un daño en el Pozo U2 dejaron a miles de familias sin el preciado líquido. A la crisis sanitaria que arrastra la ciudad desde hace meses se suman ahora más sectores que amanecieron con las llaves secas.

La noticia cayó muy mal en comunidades que ya venían padeciendo cortes prolongados. El nuevo episodio confirma lo que los samarios repiten con rabia: el acueducto de la ciudad es tan vulnerable que cualquier daño técnico desata una emergencia en cadena.

El anuncio de la Essmar

En un comunicado de prensa, la Empresa de Servicios Públicos del Distrito, Essmar E.S.P., informó que los equipos técnicos detectaron una falla en los rodamientos de la bomba 1 de la EBAP Cárcamo de la U. Según la entidad, ya se adelantan trámites para reemplazar la pieza y restablecer la operación, pero mientras tanto el impacto es directo en el suministro de agua potable.

Los barrios afectados por esta situación son: 13 de Junio, Alcázares, Altos de Santa Rita, Bavaria, Centro, Cundí, La Esperanza, Los Naranjos, Manzanares, Nuevo Jardín, Pescaíto, Porvenir, Postobón, San Martín, Santa Catalina, Territorial, 8 de Febrero, Avenida del Río, Las Malvinas, Las Vegas, Simón Bolívar y Villa del Río.

Un segundo golpe: el Pozo U2

Como si no fuera suficiente, la estación sufrió además una sobretensión eléctrica en la red comercial. Esa descarga afectó de lleno el funcionamiento del Pozo U2, que terminó con daños en la acometida eléctrica, el variador y el motor de la bomba.

La consecuencia inmediata fue la interrupción del servicio en otros barrios: Filadelfia, Santa Cruz, Tamacá y El Parque.

La Essmar aseguró que ya se iniciaron las labores para extraer el pozo, confirmar el diagnóstico técnico y reemplazar el motor dañado. Sin embargo, no se precisaron plazos concretos para la recuperación total del servicio.

El día a día sin agua

Mientras la empresa habla de trámites y diagnósticos, los samarios enfrentan la realidad de cargar baldes, comprar botellones y almacenar lo poco que llega. En barrios como Pescaíto y el Cundi, las familias improvisan con tanques plásticos para racionar lo que consiguen por carrotanques o compras de emergencia.

“Uno se levanta y lo primero que hace es mirar si hay agua. Y si no, toca ver cómo resolver el día. Vivimos con la angustia de no saber cuándo la van a devolver”, cuenta una vecina del barrio La Esperanza.

La queja es general: la intermitencia del servicio ha convertido lo cotidiano en una batalla diaria. Cocinar, bañarse o lavar se volvió un desafío que golpea con más fuerza a los sectores populares.

Promesas y escepticismo

La Essmar reiteró en su comunicado que trabaja “de manera constante en la atención de estas contingencias” y que adelanta “los procesos necesarios para garantizar la prestación de los servicios públicos”.

Pero en la ciudad el escepticismo es total. Cada nuevo daño se convierte en un recordatorio de la fragilidad de la infraestructura y de la incapacidad para dar soluciones definitivas.

“Siempre es lo mismo: se rompe una bomba, un pozo deja de funcionar y quedamos a merced de los comunicados”, reprocha un líder comunitario de Del Cundí.

Una crisis que no cede

Con este nuevo episodio, la crisis de agua en Santa Marta suma más barrios afectados y se profundiza el descontento social. El servicio de acueducto, que debería ser un derecho básico, se volvió un privilegio intermitente.

El interventor de la Essmar pidió tiempo para estabilizar la operación, pero la ciudadanía insiste en que el tiempo ya se acabó. La indignación crece en la misma proporción que los listados de barrios sin agua.

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La ciudad que se promociona como destino turístico de playas y naturaleza vive hoy otra jornada marcada por la escasez y la incertidumbre. Y los samarios, una vez más, se preguntan hasta cuándo tendrán que esperar para abrir la llave y ver salir, al menos, un poco de agua.


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