Lo golpearon hasta matarlo por orinar en la calle: hay cinco capturados


Un total de siete personas que lo sorprendieron haciendo su necesidad frente a una vivienda lo atacaron de manera brutal hasta causarle la muerte.

No tuvo tiempo de correr, ni siquiera de defenderse. A Fredy Junior Valdés Quintana lo condenaron a muerte por una falta menor: orinar en la calle.

Su crimen, en realidad, fue confiar en que nadie reaccionaría con violencia desmedida ante un acto que, aunque inapropiado, no justificaba una golpiza atroz.

Era un joven de 25 años, ayudante de obra, padre de familia. Había salido de cumplir con su jornada laboral. En el barrio Córdoba, al sur de Bogotá, sucedió la tragedia. Decidió orinar frente a una vivienda. Fue entonces cuando la furia colectiva se desató.

De un vehículo descendieron siete personas. Alguien gritó, otro reclamó, y en cuestión de segundos, la discusión se tornó en agresión.

A golpes, lo rodearon. Lo atacaron con cuchillos, machetes, varillas, cinturones y piedras. No hubo tregua ni compasión. La sevicia con la que fue golpeado le causó múltiples lesiones, deformaciones en el rostro y finalmente, la muerte.

Cuando la Policía llegó, aún había caos. Cinco de los agresores fueron capturados en flagrancia: Karla Sophia Bohórquez González, Leidy Johana Rojas Gómez, Juan Sebastián Rojas Prieto, Kevin Santamaría Bautista y Jefferson Darío Daza Rojas. En el vehículo donde se movilizaban también iban dos menores de edad, quienes fueron puestos bajo custodia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Los detenidos fueron presentados ante un juez de control de garantías, que legalizó sus capturas e imputó el delito de homicidio agravado en concurso homogéneo con lesiones personales. La defensa solicitó detención domiciliaria, pero el juez se negó y ordenó prisión preventiva.

Este caso, tan cruel como absurdo, se suma a una lista de homicidios originados por actos de intolerancia en Bogotá. Disputas de tránsito, música a alto volumen o diferencias entre vecinos han sido detonantes de tragedias. Esta vez, la chispa fue un instante de necesidad fisiológica en el lugar equivocado.

Fredy no volvió a casa. Su error no merecía la pena capital. La ciudad, una vez más, se pregunta cuánto más costará la falta de tolerancia.


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