
Lo citaron para un trabajo de soldadura y lo mataron en el camino: el pasado no lo perdonó
El soldador Harold Tapias Cantillo fue asesinado en la madrugada del sábado 1 de noviembre en zona rural de Nueva Granada, Magdalena. Había sido llamado para realizar un supuesto trabajo, pero en el trayecto fue interceptado y baleado. Intentaba rehacer su vida, pero el pasado volvió a cobrarle factura.
Apenas amanecía en el municipio Nueva Granada cuando los vecinos de la vía a la ladrillera escucharon las detonaciones. Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando el sonido de los disparos alertó a todos. Minutos después, en el borde de la carretera, quedó tendido el cuerpo de Harold Tapias Cantillo, un soldador de 36 años que, según allegados, había salido de su casa con la promesa de un nuevo trabajo.
Harold había recibido la llamada la noche anterior. Le dijeron que necesitaban sus servicios para una soldadura urgente en una finca. Sin sospechar nada, tomó sus herramientas y se dirigió al lugar en la madrugada. No alcanzó a llegar. En el camino fue interceptado por hombres armados que le dispararon en repetidas ocasiones. Murió en el acto.
Su familia, al enterarse de lo ocurrido, corrió hasta el sitio y, en medio del desespero, trasladó el cuerpo hasta su vivienda antes de que llegaran las autoridades. Más tarde, unidades del CTI de la Fiscalía realizaron el levantamiento del cadáver e iniciaron la investigación para determinar quiénes y por qué lo mataron.
Tenía un pasado con problemas
Harold no era un desconocido para las autoridades. En el pasado había sido detenido y su nombre apareció vinculado en procesos por presunta relación con estructuras criminales. Pero, según quienes lo conocían, en los últimos meses había decidido dejar atrás esa vida.
“Estaba trabajando, tratando de ganarse las cosas de forma honrada”, contó un vecino.
Sin embargo, esa decisión no fue suficiente para alejarlo del peligro. Todo indica que el pasado no lo perdonó. La hipótesis que manejan las autoridades es que se trató de un ataque premeditado, aunque por ahora no hay capturas ni se conocen los móviles del crimen.
Mientras tanto, en el barrio donde vivía, los comentarios se mezclan entre la tristeza y la resignación.
“Quería cambiar, pero en este pueblo eso no es tan fácil”, dice un amigo cercano.
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La muerte de Harold Tapias se suma a la lista de asesinatos que siguen sacudiendo al Magdalena, donde cada madrugada parece traer una nueva historia de violencia.
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