Llanta china terminó en playas de Santa Marta y ahora es símbolo de educación ambiental


Fabricada en China y tras más de 17 mil kilómetros de recorrido, una llanta de avión terminó en las playas de Santa Marta, donde fue transformada en símbolo de conciencia ambiental por un Hotel y el Sena.

Una llanta de avión, fabricada en la ciudad de Guilin, China, cruzó el mundo entero para terminar encallada en la costa caribeña de Santa Marta. Con 95 centímetros de diámetro, cubierta de restos marinos y aún con los códigos que delataban su origen y trayectoria, el neumático apareció en la playa como un vestigio de lo que el mar arrastra cuando la humanidad descuida sus residuos.

No era cualquier desecho. La llanta había realizado más de 250 vuelos antes de ser retirada del servicio aeronáutico y luego usada como amortiguador en una embarcación. Desde allí, en circunstancias aún desconocidas, fue abandonada a la deriva. Su ruta exacta no se conoce, pero los biólogos estiman que recorrió más de 17.000 kilómetros a merced de las corrientes oceánicas hasta llegar al Magdalena.

Un nuevo símbolo ambiental

En vez de convertirse en otro objeto contaminante más, la llanta tuvo un destino distinto. El Hotel Estelar Santamar, al hallarla, decidió convertirla en un símbolo. No la desecharon, ni la ignoraron. Le pusieron nombre: “Sofía, la llanta viajera”, y la convirtieron en la protagonista de una campaña de educación ambiental.

La encontramos en nuestras playas, arrastrada por el mar. Estaba llena de vida marina. No era solo basura, era una historia flotante. Decidimos que tenía algo que decir”, relató uno de los encargados del programa ambiental del hotel. Con la ayuda del SENA, diseñaron una iniciativa pedagógica que convirtió a Sofía en una herramienta para enseñar sobre contaminación marítima, economía circular y cuidado de los ecosistemas.

El mensaje fue compartido en redes, en charlas y en un libro que narra su travesía, con datos técnicos, elementos literarios y enfoque educativo. La obra, desarrollada en conjunto con aprendices del SENA, se convirtió en un recurso para trabajar con comunidades, estudiantes y turistas.

Para los promotores del proyecto, el objetivo no es solo contar una historia curiosa, sino generar conciencia sobre una problemática grave. Cada año, más de 11 millones de toneladas de plástico y residuos terminan en los océanos, muchos con origen tan lejano como Asia. Y aunque este caso terminó en una historia con propósito, no todas las piezas abandonadas corren con la misma suerte.

Queremos que Sofía sirva como espejo. Así como ella viajó medio mundo por nuestras malas prácticas, también puede viajar en la conciencia de quienes la conozcan. Que sea un llamado a actuar”, explica uno de los formadores del SENA.

Hoy, la llanta permanece fuera del mar, pero sigue recorriendo territorios: en charlas escolares, exposiciones turísticas y actividades del hotel, es presentada como un recordatorio de que los océanos también cuentan nuestras historias… incluso las que abandonamos.


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