La niña perdió la vida al chocar en moto tras salir del colegio en El Tambo, Cauca. Su hermano de 8 años está en UCI. La madre, que les prestó la moto, enfrenta el peso de una decisión que le cambió la vida.

Sharick Yisel Mambuscay tenía solo 11 años. Su hermano, 8. Ambos se desplazaban solos en una motocicleta para volver a casa después de clases. Lo hacían con frecuencia. Era “normal” en El Tambo, Cauca. Pero esta vez, el viaje terminó en tragedia.

La niña murió tras chocar con una camioneta. Su hermanito, que iba como parrillero, está en cuidados intensivos. La escena fue devastadora: una moto destrozada, un cuerpo sin vida, y un niño herido de gravedad.

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La moto era de su madre. Ella misma se la prestó. Nunca imaginó que esa decisión, aparentemente sencilla, terminaría por arrebatarle a su hija y dejar a su hijo entre la vida y la muerte. Hoy está rota, hundida en el remordimiento y la culpa. Lloró frente a las autoridades, frente a los curiosos, frente al cuerpo de su hija. No hay consuelo.

El hecho no solo estremeció a El Tambo, sino que volvió a generar críticas sobre la mala costumbre de permitir que menores conduzcan motocicletas sin supervisión, sin cascos, sin reglas. La tragedia de Sharick no fue un accidente inevitable. Fue consecuencia de una cadena de errores que empieza en la permisividad y termina en una sala de velación.

Sharick tenía 11 años. Debería estar viva. En vez de eso, su nombre se convierte en ejemplo de una realidad que muchos prefieren ignorar hasta que es demasiado tarde. Como ahora. Como esta madre, que solo prestó una moto… y hoy ya no tiene a su hija.