
Las trochas del horror: otro cuerpo apareció torturado, baleado y metido en bolsa de basura en Pivijay
La guerra entre grupos ilegales sigue dejando escenas de terror en el norte del Magdalena. Este martes, un cuerpo fue hallado envuelto en bolsas plásticas a un costado de una via en el municipio de Pivijay. Tenía signos de tortura y disparos. Las autoridades temen emboscadas al llegar a los lugares del crimen.
Lo dejaron tirado como basura. Envuelto en bolsas negras, con el cuerpo marcado por golpes, disparos y tortura. Así fue hallado este martes un hombre en una vía rural de Pivijay, una trocha convertida en cementerio de la guerra que no da tregua en el norte del Magdalena.
El cadáver, abandonado a un costado del camino, fue descubierto por campesinos que se dirigían a sus faenas. Al principio pensaron que era un montón de desechos, pero al acercarse vieron un pie sobresaliendo del plástico. “Ahí mismo llamamos a la Policía, eso daba miedo”, contó uno de ellos.
La víctima, aún sin identificar, vestía un suéter verde, pantalón negro y botas de caucho. No portaba documentos y su rostro estaba desfigurado. Los investigadores del CTI y la Policía del Magdalena acordonaron el área, trabajando con cautela ante el temor de caer en una emboscada, como ya ha ocurrido en esa ruta dominada por el miedo y el silencio.
Fuentes de inteligencia no descartan que el crimen esté ligado a los enfrentamientos entre bandas criminales que se disputan el control de las rutas del microtráfico, las extorsiones y el paso de cargamentos ilegales. “Aquí el que la debe, la paga con sangre”, repiten los vecinos, que prefieren callar antes que señalar.
Las autoridades aseguran haber reforzado la seguridad, pero la realidad en tierra es otra: los cuerpos siguen apareciendo, las amenazas persisten y los grupos armados actúan con total impunidad. La gente ya ni pregunta quién murió; solo evita pasar por donde hay cinta amarilla.
La trocha que conecta a Pivijay con Fundación, testigo de tantas historias campesinas, se ha vuelto el escenario del horror. Y cada hallazgo, como este, confirma que en el Magdalena rural la guerra sigue viva.
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