La Troncal del peligro: los piques ilegales siguen sin control en Santa Marta


A pesar de las muertes, los accidentes y las quejas de los conductores, los piques clandestinos de motos continúan cada martes y jueves en la Troncal del Caribe, a la altura de la Terminal de Transporte. La vía se convierte en pista de carreras nocturna sin que las autoridades tomen medidas drásticas para frenar esta práctica.

La escena se repite con frecuencia: motos a toda velocidad, sonidos de mofles acelerados alterando la calma nocturna, maniobras arriesgadas, y decenas de jóvenes reunidos como si estuvieran en un evento deportivo. Pero no lo están. Es la Troncal del Caribe, a la altura de la Terminal de Transporte, convertida en circuito de carreras clandestinas dos veces por semana.

Los martes y jueves en la noche, mientras el tráfico disminuye pero no desaparece del todo, grupos de motociclistas se adueñan de la vía para realizar piques ilegales. No les importan las vidas que ponen en juego. Ni la suya ni la de quienes circulan normalmente por la carretera. Algunos carros deben frenar en seco. Otros se detienen o maniobran bruscamente para evitar una colisión. Pero el riesgo es permanente.

“Es como si no hubiera ley. Uno va conduciendo tranquilo y de repente aparecen a toda velocidad, sin luces, haciendo zigzag”, relata un taxista que transita por el lugar cada noche.

A pesar de los constantes reportes ciudadanos y de los accidentes registrados, varios con víctimas fatales, las autoridades locales no han implementado operativos permanentes ni acciones contundentes para desarticular esta práctica que sigue cobrando vidas.

La comunidad denuncia que los encuentros son organizados con antelación, que hay puntos de reunión definidos y horarios establecidos. “No es algo improvisado. Ellos ya saben qué días hacerlo. Es como si tuvieran su propio cronograma de carreras”, comenta un vecino del sector.

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Los motociclistas infringen todas las normas posibles: exceso de velocidad, invasión de carril, conducción sin luces reglamentarias y sin casco, entre otras violaciones. A eso se suma la falta de presencia constante de agentes de tránsito o Policía que prevengan estos actos.

Lo grave es que nadie parece ponerle freno. Las muertes no han sido suficientes. Los accidentes tampoco. Los piques continúan.

Santa Marta vuelve a ser testigo de una tragedia anunciada, una más en una vía que, de noche, deja de ser una carretera y se convierte en un campo de juego mortal.


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