
La trampa mortal que acabó con el Grupo Fugitivo
Cinco integrantes de la banda musical fueron secuestrados y asesinados tras acudir a una supuesta presentación en Reynosa. Solo uno logró sobrevivir. Nueve presuntos miembros del Cártel del Golfo fueron capturados por su presunta responsabilidad en el crimen.
La cita parecía una más. Una palapa, un evento privado, una noche de música en Reynosa. Pero el 25 de mayo, lo que parecía una presentación terminó siendo una emboscada. Cinco integrantes del Grupo Fugitivo, conocidos por interpretar corridos y cumbias, cayeron en la trampa. Nunca regresaron con vida.
El grupo fue citado en la colonia Riveras del Río para amenizar una supuesta fiesta. Llegaron en una camioneta GMC negra, con el equipo cargado y listos para tocar. Pero no había luces, ni gente, ni escenario. Solo una estructura abandonada. Después de las 10 de la noche, se perdió todo rastro de ellos.

El único que escapó fue Carlos González, uno de los músicos. Llegó tarde. Al ver el lugar vacío y sin señales de sus compañeros, encendió la alarma. Fue él quien avisó a las autoridades y dio inicio a la búsqueda. Su retraso, sin saberlo, le salvó la vida.
Las pistas fueron apareciendo con lentitud y horror. La camioneta del grupo fue hallada abandonada, sin señales de violencia, pero con un detalle que inquietó a los investigadores: ya no tenía logotipos ni calcomanías del Grupo Fugitivo. Los rastros de identidad habían sido borrados.
Cámaras de seguridad y registros telefónicos permitieron reconstruir la ruta. Los músicos fueron llevados a un predio en la colonia Aquiles Serdán. Allí, según las autoridades, fueron asesinados. Días después, sus cuerpos fueron encontrados calcinados, lo que complicó el proceso de identificación.
La Fiscalía detuvo a nueve personas por su presunta participación en el crimen. Todos tendrían vínculos con la facción ‘Los Metros’ del Cártel del Golfo, organización criminal con fuerte presencia en la zona fronteriza. Se investiga si el ataque fue un mensaje interno o un error fatal.
Las víctimas tenían entre 20 y 40 años. Eran músicos, un mánager y un fotógrafo. Jóvenes con futuro, con instrumentos en lugar de armas, con planes de grabaciones, giras y conciertos. Sus muertes dejaron un vacío no solo en sus familias, sino también en la comunidad artística del norte del país.
El crimen ha provocado indignación. Colectivos de búsqueda, músicos, ciudadanos y familiares claman justicia. No quieren que este caso se sume a la larga lista de impunidad que marca la violencia en Tamaulipas. Piden que no se olvide que detrás de cada cifra hay nombres, sueños y una vida que fue apagada brutalmente.
La investigación sigue.
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