
La Santa Marta que el alcalde Pinedo prometió empieza a verse en los barrios
Entre calles que llevaban décadas en tierra, sectores olvidados y comunidades cansadas de promesas, el programa “Transformando mi Barrio” empieza a mostrar resultados que cambian la movilidad, la convivencia y hasta el ánimo de los vecinos. Las obras avanzan por encima de lo esperado y consolidan al alcalde Carlos Pinedo como un mandatario que promete y cumple a su gente.
Las obras en Santa Marta están ocurriendo donde antes no pasaba nada: en las calles de tierra, en los barrios donde el olvido era tradición, en esos sectores donde ya nadie esperaba que el Distrito llegara sino era para política. Ahí es donde el alcalde Carlos Pinedo Cuello decidió empezar a transformar la ciudad, literalmente, desde abajo.
“Transformando mi Barrio”, el programa bandera que estructuró el inicio de su administración, está dejando de ser un plan sobre papel para convertirse en concreto, en metros lineales medibles, en calles transitables que cambian la vida cotidiana. Y lo hace con una característica que las comunidades destacan: las obras avanzan más rápido de lo previsto.
Barrios que no recibían una inversión hace décadas hoy ven maquinaria en sus calles
Los informes técnicos de la EDUS muestran un panorama inusual para Santa Marta: obras que no solo cumplen cronograma, sino que lo sobrepasan. En Timayuí, por ejemplo, los 90 metros lineales construidos tienen la obra en un avance del 92%. En Taganga, donde las pendientes complican todo, ya van 190 metros y un 54% de ejecución.
Pero hay un punto que marca la diferencia: La Esperanza, un sector que llevaba 65 años sin ver una intervención de pavimentación, hoy registra un 100% de ejecución en los 164.97 metros intervenidos. La calle está lista para ser entregada, y los vecinos hablan de un cambio que nunca pensaron ver.
En Las Malvinas, los dos frentes activos suman más de 300 metros lineales fundidos y un avance del 60%. Bastidas, uno de los barrios más densos de la ciudad, ya ajusta detalles de espacio público con un 95% de progreso. Y en San Martín, los 68 metros contemplados están al 98%, prácticamente listos.
Un cambio en el modo de vida
Son más que cifras: son sectores donde la movilidad interna era caótica, donde ingresar una ambulancia era un desafío, donde una moto tardaba lo que tardaba la prudencia y el barro. Hoy, esas mismas calles empiezan a tomar forma de ciudad.
Obras con control social: los barrios vigilan, opinan y acompañan
Un elemento que destaca la administración es que estas obras no se están ejecutando a puerta cerrada. Las comunidades han participado en mesas, han vigilado los frentes de trabajo y han aportado ideas. Ese acompañamiento ha sido clave para que los avances sean visibles y, sobre todo, transparentes.
Jorge Sarmiento, gerente de la EDUS, lo resume así:
“Estamos logrando avances del 70, 80 y hasta 100% en varias obras. Son frentes de trabajo en las tres localidades cumpliendo cronogramas que la gente puede verificar en terreno”.
Según Sarmiento, hoy hay más de seis grupos de obra repartidos por toda la ciudad, un despliegue que no se veía desde hace más de una década.
Una apuesta que busca recuperar la confianza
Para Pinedo, este programa no solo pavimenta calles: pavimenta confianza. La apuesta es clara: regresar a los barrios donde la política solo llegaba en campaña y mostrar que un gobierno puede ejecutar sin excusas.

El Distrito insiste en que estas obras no son improvisaciones, sino parte de un plan que contempla más de 3.600 metros lineales de pavimento rígido en 26 tramos priorizados. La administración habla de desarrollo, pero los vecinos lo traducen a cosas simples: poder entrar al barrio sin miedo a que el carro se quede; que el bus suba; que la cuadra deje de inundarse; que la calle deje de ser una promesa.
Una ciudad que empieza a cambiar donde antes no pasaba nada
El programa “Transformando mi Barrio” es hoy la carta más sólida del gobierno Pinedo, un proyecto que ya muestra resultados verificables y que le da un giro social y territorial a la inversión pública. No son grandes avenidas ni obras monumentales: es infraestructura básica que llevaba décadas pendiente.

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Y tal vez por eso genera tanto impacto.
Porque en Santa Marta, donde las brechas empiezan en la puerta de la casa, las transformaciones reales ocurren donde la ciudad había decidido no mirar.
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