La pobreza empuja a colombianos a morir en la guerra de Ucrania: muchos son magdalenenses


Ucrania se aprovecha de la crisis económica en Colombia para reclutar jóvenes con falsas ofertas de trabajo y convertirlos en carne de cañón. Samarios y magdalenenses atrapados en ese país denuncian que les incumplen los pagos y los envían a las misiones más peligrosas.

Lo que comenzó como una promesa de empleo se ha convertido en una trampa mortal. Decenas de colombianos, entre ellos centenares de samarios y magdalenenses, fueron reclutados por el ejército ucraniano con la ilusión de ganar hasta 20 millones de pesos mensuales.

Hoy muchos han muerto y otros están atrapados en el frente de batalla, sin el salario que les prometieron, sin atención médica y sin poder regresar a casa.
A través de redes sociales y canales digitales asociados a organismos ucranianos, se difunden mensajes seductores: “Buscamos hombres valientes, con experiencia militar o deportiva. Únete al ejército más fuerte de Europa. Gana en dólares y ayuda a la libertad de Ucrania”.

Detrás de esa propaganda se esconde una maquinaria de reclutamiento que ha aprovechado la pobreza y la desesperanza que viven miles de colombianos.

Magdalena cada vez poner más muertos a la guerra

En barrios de Santa Marta, Fundación, Ciénaga, Plato, se repite la misma historia: jóvenes sin empleo, exsoldados o civiles cansados de no encontrar oportunidades, aceptan las supuestas ofertas. Firman contratos de seis meses, los trasladan a Europa y, una vez allá, los envían directo al frente de guerra. Las promesas de seguridad y salario se desvanecen con el primer bombardeo.

“Nos dijeron que íbamos a estar lejos del combate, pero terminamos en las líneas más peligrosas”, contó uno de los reclutados que logró comunicarse con su familia desde un refugio en Donetsk. “No nos pagan lo prometido, no nos dejan salir y muchos compañeros han muerto. Somos carne de cañón”.

Según datos de la Cancillería, al menos 84 colombianos han muerto en Ucrania desde que comenzó el conflicto y más de 120 permanecen desaparecidos. Las denuncias apuntan a que las autoridades ucranianas no respetan los acuerdos firmados y que, incluso, retienen los pasaportes de quienes intentan abandonar el país.

Familias en el Magdalena viven un drama silencioso. Algunas se enteran por redes sociales o por llamadas anónimas de que su ser querido murió en un ataque ruso. Otros aún esperan noticias. “Mi hijo se fue porque le ofrecieron un sueldo que aquí jamás habría ganado. Me dijo que era solo por unos meses. Nunca volvió a llamar”, relata entre lágrimas una madre en Santa Marta.

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Un nuevo método de explotación
Expertos en seguridad advierten que lo que ocurre con los colombianos en Ucrania no puede considerarse cooperación militar, sino una nueva forma de explotación. “Están exportando pobreza latinoamericana a los campos de guerra. Son trabajadores sin derechos en medio de un conflicto que no les pertenece”, señaló un analista consultado por este medio.

Mientras tanto, el Gobierno colombiano enfrenta críticas por su falta de respuesta. Los connacionales atrapados han pedido ayuda al presidente y a la Cancillería, sin obtener soluciones concretas. Los pocos que logran regresar lo hacen con secuelas físicas y psicológicas, o con las cenizas de un compañero que nunca debió estar allí.
La guerra de Ucrania ha encontrado en Colombia un nuevo frente: el de la necesidad. Y aunque en los campos helados del este europeo retumban las explosiones, el origen de esa tragedia empieza mucho más cerca, en las calles donde la pobreza empuja a los jóvenes a buscar en la guerra lo que su país les negó en paz.


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