La mujer en estado de embarazo, estaba sin vida en su vivienda del barrio Obrero. La depresión y la soledad se cruzaron en su camino, dejando un desenlace que estremeció a la comunidad. Una carta reveló su último pensamiento: pedir que no culparan a su madre.

La mañana en Apartadó transcurría con normalidad hasta que la hermana de Sixta Rosa Quintana Soto decidió entrar a la vivienda familiar. El silencio era extraño y la ausencia de respuestas levantó la alarma. Al ingresar, encontró a la joven inconsciente. El traslado al hospital fue inmediato, pero los médicos confirmaron que nada se podía hacer: la vida de Sixta y la de su bebé habían llegado a su fin.

La carta de despedida

En la escena, las autoridades hallaron una carta escrita a mano. En ella, la joven relataba el peso de un sufrimiento que la había acompañado durante los últimos meses. Pedía, con claridad, que nadie culpara a su madre por la decisión que había tomado. Esa petición, tan directa como dolorosa, se convirtió en el eco más fuerte de esta tragedia.

Según sus allegados, Sixta atravesaba un cuadro de depresión agudizado por la falta de oportunidades laborales, la ausencia de su pareja y las cargas emocionales propias del embarazo. Su vulnerabilidad quedó en evidencia con el desenlace: una joven que, a pesar de estar gestando vida, se sintió atrapada por la desesperanza.

En Apartadó, la noticia se expandió con rapidez. Vecinos y líderes sociales expresaron su conmoción y coincidieron en que este hecho revela la urgencia de atender la salud mental, en especial en mujeres embarazadas que viven en condiciones de precariedad y soledad.

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La Policía y la Fiscalía adelantan las investigaciones correspondientes. Sin embargo, para quienes conocieron a Sixta no hay dudas: la depresión fue la principal causa detrás de la tragedia. Para ellos, la justicia no está en determinar responsabilidades penales, sino en que la sociedad asuma el compromiso de brindar apoyo psicológico y emocional a quienes más lo necesitan.