El Tigre jugó por primera vez como profesional en su ciudad natal, donde fue recibido con cariño, pero su efusiva celebración tras marcar un penal generó sentimientos encontrados entre los hinchas.

Radamel Falcao García, el delantero samario con una trayectoria legendaria en el fútbol internacional, jugó por primera vez en su ciudad natal como futbolista profesional. Sin embargo, su regreso no estuvo exento de emociones encontradas. En el partido entre Millonarios y Unión Magdalena, el ‘Tigre’ dejó claro que, aunque nació en Santa Marta, su corazón pertenece a Bogotá y al equipo de sus amores, Millonarios.

La expectativa en la ciudad por verlo jugar era inmensa. Santa Marta, cuna del máximo artillero de la selección colombiana, lo recibió con ovaciones y muestras de cariño. No obstante, en el campo de juego, Falcao demostró su profesionalismo sin titubeos.

Cuando su equipo obtuvo un penal a favor, sin dudarlo, pidió el balón y lo ejecutó con la calidad que lo caracteriza, venciendo al arquero rival y marcando un gol que generó sentimientos mixtos en la afición local.

Su celebración efusiva, arrodillado y agradeciendo a Dios, dejó en claro que cada anotación sigue siendo un motivo de alegría, sin importar el escenario.

A pesar de la calidez con la que fue recibido en Santa Marta, Falcao mostró cierta indiferencia hacia la hinchada samaria. Mientras en otras ciudades los jugadores suelen mostrar mesura al anotar contra equipos de sus afectos o de la tierra natal, el delantero celebró con euforia.

Además, tras el encuentro, no dedicó ninguna publicación especial a su ciudad ni a la afición que lo aclamó. En sus breves declaraciones a la prensa, solo mencionó que estaba feliz de estar en su tierra y que deseaba ver su crecimiento.

Sin embargo, la admiración por el ‘Tigre’ sigue intacta. Al momento de su sustitución, todas las gradas se pusieron de pie para despedirlo con una ovación. Su legado y sus logros lo mantienen como uno de los futbolistas más queridos de Colombia, a pesar de que, en esta ocasión, su rugido dejó un sabor agridulce en la afición samaria.