Durante la Semana Mayor, muchos creyentes se cuestionan si mantener relaciones sexuales es un acto contrario a la fe. Aunque no existe una prohibición bíblica explícita, la cultura popular y la interpretación espiritual siguen generando debate.
Cada año, cuando llega Semana Santa, no solo se multiplican las procesiones, las promesas religiosas y los retiros espirituales. También regresan las preguntas de siempre, esas que se repiten en voz baja, como si de verdad fueran pecado. Una de las más frecuentes —y quizás más incómodas— es esta: ¿es pecado tener sexo en Semana Santa?
La duda se ha mantenido viva durante generaciones. En algunos hogares, las abuelas aún advierten con severidad: “No se puede tener relaciones esta semana porque todo lo ve Dios, y más en estos días”. Otros, en cambio, lo consideran un asunto privado que nada tiene que ver con la espiritualidad. Pero ¿qué dice realmente la fe sobre este tema?
Desde el 13 hasta el 20 de abril de 2025, los católicos del país y el mundo celebran la Semana Santa, un período sagrado que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es un tiempo de reflexión, recogimiento y conexión espiritual. Muchos creyentes eligen hacer ayuno, asistir a los oficios religiosos y practicar la abstinencia, en un gesto de respeto y entrega.
La abstinencia, tradicionalmente entendida como la renuncia a ciertos placeres, suele centrarse en alimentos —como la carne roja—, pero también se ha extendido al plano sexual, al menos en la tradición popular. Para algunos, el placer carnal se ve como una distracción de lo espiritual; para otros, una expresión de amor y compromiso que no debería estar condicionada por el calendario religioso.
“No existe una ley divina que prohíba las relaciones sexuales durante Semana Santa”, aseguran teólogos y líderes religiosos. De hecho, la Biblia no hace referencia específica a este tipo de prohibición. En pasajes como Hechos 15:20 se habla de evitar la inmoralidad sexual, pero siempre en el contexto de relaciones fuera del matrimonio o prácticas consideradas impuras en su tiempo.
Por eso, todo parece depender más de la conciencia que de una norma. Quienes asumen la fe como un camino íntimo y profundo prefieren abstenerse en estos días como una forma de sacrificio voluntario. Otros, con la misma convicción, deciden que no hay conflicto entre el deseo y la espiritualidad.
Lo cierto es que el dilema, más allá de lo religioso, expone una tensión humana entre cuerpo y alma, entre tradición y libertad. “Tener relaciones sexuales durante la Semana Santa no es pecado si se vive con amor, respeto y dentro de un contexto que no contradiga los valores de la fe”, opinan algunos sacerdotes consultados.
Al final, la Semana Santa no se trata solo de lo que se evita, sino de lo que se transforma. Es un tiempo para el perdón, la empatía, la reconciliación. Y quizá también para entender que la espiritualidad no está reñida con el cuerpo, sino con las intenciones que lo guían.