Nathalia, una joven vendedora de empanadas, había sido amenazada de muerte. Temió, se escondió, pero luego confió. El mediodía del viernes, mientras caminaba por una calle de Floridablanca, un sicario le disparó a la cabeza. Todo quedó grabado en una cámara de seguridad.


Este viernes al mediodía se escuchó un disparo en el barrio Villa Luz de Floridablanca. Fue preciso, brutal. En segundos, el cabello largo de una joven se agitó con violencia y su cuerpo se desplomó sobre el pavimento. Era Nathalia Duarte de 27 años.

En un video de cámara de seguridad que ahora circula como testimonio del horror, se ve claramente cómo el sicario desenfunda el arma antes de tenerla cerca. No dudó. Le disparó a la altura de la cabeza. Nathalia ni siquiera tuvo tiempo de voltear.

La escena fue presenciada por transeúntes atónitos, incapaces de reaccionar ante la rapidez del crimen. Los asesinos huyeron como llegaron: sin dejar rastro, a bordo de la motocicleta que los trajo hasta su víctima.

Nathalia se ganaba la vida vendiendo empanadas. Era conocida en el sector no solo por su belleza, sino por su trato amable. Sin embargo, en las últimas semanas había cambiado. Ya no salía igual. Mantuvo su perfil bajo, evitó ciertos lugares, restringió su presencia en redes. Las amenazas que recibía desde un chat anónimo la tenían en alerta. “Me van a matar”, le dijo alguna vez a sus allegados. Lo temía. Lo sabía.

Pero el miedo a veces cansa. Y creyó que las cosas estaban mejorando. Quizá por eso salió a caminar ese viernes por el sector de la ferretería, confiada, con la esperanza de que el peligro había pasado. No fue así.

A Nathalia la engañaron. Sus verdugos le dieron una tregua falsa. La hicieron pensar que todo estaba tranquilo. Que podía volver a ser ella. Que la amenaza había caducado. Y justo cuando se sintió segura, la mataron.

Ahora su nombre engrosa la lista de mujeres víctimas del sicariato, de la violencia anunciada y del silencio cómplice.