
El último día de ‘El Mello’: salió a vender almuerzos y lo mataron en la playa
Los asesinos llegaron en moto, le dispararon sin piedad y huyeron. Sus amigos lo cargaron hasta una clínica, pero nada pudieron hacer.
Ysoriel Jesús Pertuz Mendoza, conocido como ‘El Mello’, salió de su casa como cualquier otro domingo. Su destino era el mismo de siempre: la playa de Bello Horizonte, donde trabajaba en un negocio de almuerzos, con el que se ganaba la vida sirviendo a turistas y locales. Pero ese día no regresó. Dos sicarios en moto lo sorprendieron y acabaron con su historia a tiros, frente a decenas de personas que quedaron paralizadas por el horror.
El ataque en la playa
Eran las primeras horas de la tarde cuando la moto apareció. Testigos narran que todo fue cuestión de segundos: el parrillero desenfundó un arma y apuntó directamente contra ‘El Mello’. Los disparos retumbaron entre la arena y el mar. Pertuz cayó herido, mientras los atacantes huyeron sin mirar atrás.
El negocio quedó en silencio. Los platos quedaron servidos en las mesas, los clientes corrían para resguardarse y quienes conocían a la víctima se abalanzaron sobre él intentando reanimarlo. La escena de domingo se convirtió en un cuadro de desesperación.
La carrera contra la muerte
Amigos y compañeros de trabajo no esperaron ambulancia. Lo cargaron entre varios, lo subieron a un vehículo y emprendieron una carrera frenética hacia la clínica más cercana. En el trayecto, la angustia se mezclaba con la esperanza de que aún pudiera salvarse. Pero el esfuerzo fue inútil. Los médicos confirmaron que Pertuz no resistió los impactos de bala.
La noticia cayó como un balde de agua fría sobre familiares y allegados, que no encuentran explicación a lo ocurrido. “El Mello” era reconocido en la playa por su trato amable y su empeño en sacar adelante a su familia con el negocio.
Sin pistas de los asesinos
Mientras tanto, la Policía desplegó operativos en las calles y entradas de Bello Horizonte en busca de los responsables. Revisaron cámaras de seguridad, hicieron requisas y montaron puestos de control, pero hasta la noche no había rastro de los sicarios ni de las razones que llevaron a cometer el crimen.
Santa Marta suma así un nuevo capítulo de violencia que deja a otra madre llorando a su hijo, a otra familia destrozada y a una comunidad sumida en el miedo.
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