Permaneció 12 días en estado crítico tras un accidente en la Avenida del Libertador. Sus familiares y amigos no perdieron la fe, pero las graves heridas en la cabeza apagaron su vida.

Hasta el último momento, la familia de Daniel de Jesús Pinto se aferró a la esperanza. Cada día frente a la Clínica Cehoca era una súplica, una oración, una lágrima contenida. “Él va a despertar”, repetían sus allegados con la fe puesta en un milagro que nunca llegó.

El joven de 25 años, conocido por su sonrisa y su espíritu colaborador en el barrio San Pablo, no logró vencer las graves heridas que le dejó un accidente de tránsito en su motocicleta ocurrido la noche del 24 de octubre en la Avenida del Libertador con carrera 19. Desde entonces, permaneció en la Unidad de Cuidados Intensivos, luchando por su vida mientras su familia emprendía una cadena de oración que unió a todo su vecindario.

Los médicos hicieron todo lo posible, pero las lesiones en la cabeza fueron demasiado severas. La mañana del 5 de noviembre, Daniel dejó de existir, dejando tras de sí un profundo vacío entre quienes lo querían.

“Era un muchacho bueno, servicial, lleno de vida”, escribió una amiga cercana.

Su muerte vuelve a poner en evidencia la alarmante cifra de accidentes de motocicleta en Santa Marta, donde cada semana se reportan nuevos casos de jóvenes que pierden la vida en las vías. Daniel, como muchos, usaba la moto para trabajar y moverse por la ciudad, sin imaginar que esa herramienta de sustento se convertiría en su destino final.

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Hoy su familia prepara las honras fúnebres mientras el barrio entero acompaña su dolor. “No se fue, solo cambió de lugar”, dice su madre entre lágrimas. Pero la realidad golpea fuerte: otro hogar samario llora una pérdida irreparable.