La pareja murió de manera instantánea al salir expulsados del vehículo y caer sobre el asfalto.
La vida puede cambiar en un instante, y así fue para Alejandra Curiel y Jesús Ospino. La carretera se convirtió en el escenario de su último acto. No hubo despedidas, solo un estruendo que rompió la calma de la mañana en Pueblo Nuevo, Magdalena, dejando en el pavimento los restos de un amor que el destino truncó sin aviso.
El viaje que no llegó al final
Alejandra, enfermera de la Clínica Sanaí Vitais en Bosconia, había hecho de cuidar vidas su misión diaria. A su lado, Jesús, su esposo y compañero inseparable, compartía sus sueños y luchas. Juntos emprendieron un recorrido en motocicleta aquella mañana, sin imaginar que sería su último viaje.
El destino los alcanzó en una curva de la carretera. Según testigos, la motocicleta invadió el carril contrario, tal vez por un descuido. Fue entonces cuando un vehículo particular los golpeó por la parte trasera. El impacto fue brutal, suficiente para lanzar sus cuerpos al aire y dejarlos tendidos boca abajo sobre el asfalto.
Un final desgarrador
El lugar del accidente se llenó de silencio. Los cuerpos inertes de Alejandra y Jesús, rodeados de miradas incrédulas, contrastaban con el bullicio habitual de la vía. «Fue terrible. Uno nunca espera ver algo así», relató un testigo, aún conmocionado.
La noticia corrió rápido y el dolor se extendió más allá del lugar de los hechos. En Bosconia, los compañeros de Alejandra en la clínica no podían creer lo sucedido. «Era tan dedicada, tan humana. Esto es un golpe muy fuerte para todos», comentó entre lágrimas una enfermera.
El peso de la tragedia
Minutos después del accidente, llegaron los agentes de la Seccional de Tránsito y Transporte de la Policía del Magdalena para acordonar el área e iniciar las investigaciones. Se intenta determinar si el error fue humano, mecánico o una combinación de factores que llevó a este trágico desenlace.
Alejandra y Jesús eran el reflejo de un amor sencillo, de esos que crecen con pequeños gestos cotidianos. Ahora, sus historias han quedado escritas en el asfalto, dejando una lección dolorosa sobre la fragilidad de la vida y la importancia de la prudencia en las vías.
En Pueblo Nuevo y Bosconia, el eco de su tragedia resuena con fuerza. No hay palabras que puedan llenar el vacío, solo recuerdos y la certeza de que, aunque el destino los arrancó del mundo, el amor que compartieron sigue vivo en quienes los conocieron.