Las dos amigas y compañeras de trabajo, fallecieron tras ser baleadas en una confitería. Se habla de extorsión, pero ninguna autoridad lo confirma.
Se murió la segunda. La que había resistido. La que todos esperaban que saliera con vida. La que aún tenía un hilo de esperanza. Pero no, la violencia volvió a ganar. Y Ciénaga ahora no tiene una, sino dos razones para lamentar exigir justicia.
Horas después del ataque armado dentro de una confitería en pleno centro del municipio, falleció Yenis Montero Arévalo. Su compañera, Yeimis Moreno Méndez, ya había perdido la vida minutos después de ser baleada. Ambas fueron víctimas de un sicario que, disfrazado de cliente, entró al negocio y les disparó a quemarropa. Sin piedad. Sin rostro. Sin alma.
El ataque fue directo. Prevenido. Calculado. Las dos mujeres estaban trabajando, como todos los días, detrás del mostrador. Un sitio que conocían como su segunda casa. Un lugar que les daba el sustento y que terminó convirtiéndose en su tumba.
La noticia del fallecimiento de la segunda mujer se supo rápido en el pueblo. Y con ella, el dolor duplicado. La angustia de una comunidad que aún no entiende cómo llegaron hasta aquí. Cómo es que la muerte se lleva con tanta facilidad a quienes solo querían vivir en paz.
¿Fue por no pagar vacuna?
Nadie lo confirma oficialmente, pero todos lo murmuran con rabia: “Es por no pagar extorsión”. El miedo ha empezado a hablar más fuerte que las autoridades. El negocio donde trabajaban las víctimas, según vecinos, habría sido blanco de presiones por parte de bandas criminales. Y ese día, el sicario no buscaba robar, ni asustar. Solo matar.
Quienes las conocieron aseguran sin miedo a equivocarse que Yeimis y Yenis eran mujeres trabajadoras. Buenas. Queridas. No estaban metidas en nada turbio. Tenían sueños, responsabilidades, familia. Y ahora, esas familias están rotas. Devastadas. Sepultadas bajo el peso de la injusticia.
Ciénaga está de luto. De nuevo. Y no es un luto cualquiera. Es uno que arde. Que indigna. Que clama justicia. Un doble crimen que sacude conciencias y revive la pregunta que tantos temen hacer en voz alta: ¿quién sigue?