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El robo de tapas está descontrolado en Santa Marta: Essmar repone una y los ladrones se llevan tres


El hurto de tapas de alcantarilla está fuera de control en Santa Marta. Mientras Essmar corre para reponerlas, los delincuentes roban nuevas, dejando huecos que se han convertido en trampas mortales para motociclistas y en un dolor de cabeza costoso para cientos de conductores.

La escena se repite con una naturalidad que preocupa: una calle cualquiera, una moto que avanza confiada y, de repente, un hueco oscuro en medio de la vía. El golpe seco, un daño, una caída, el grito. En Santa Marta ya nadie se sorprende porque las tapas de alcantarillado desaparecen tan rápido como las ponen. Lo que sí sorprende es que el riesgo siga creciendo sin freno.

Los motociclistas —los más expuestos— lo describen sin rodeos: “Esas vainas son trampas mortales, uno cae ahí y no la cuenta”. Y no exageran. En redes abundan los videos de accidentes provocados por estas bocas abiertas que aparecen de un momento para otro. La falta de tapas no es un problema de infraestructura: se volvió un enemigo silencioso que ataca sin avisar.

Una carrera que Essmar no termina de ganar

Essmar asegura que está respondiendo. Y los números lo confirman: 43 tapas repuestas en más de 30 sectores solo en las últimas semanas. Los operarios graban, documentan, muestran. Una tapa recién instalada en la calle 22 con carrera 14 se convirtió en una evidencia más del esfuerzo… que duró poco. Alguien apareció, la levantó y se la llevó. Otra vez el hueco. Otra vez el peligro.

Los trabajadores lo dicen con frustración: “No terminamos de poner una cuando ya se han robado otra calle abajo”.

La empresa reconoce que la reposición avanza, pero el ritmo delictivo va más rápido. Lo que en la mañana es solución, en la noche vuelve a ser problema.

Y mientras tanto, los dueños de carros pagan los platos rotos —o mejor, las suspensiones rotas, los rines doblados y las llantas reventadas—. Muchos culpan a Essmar. Pero la realidad es más cruda: no existe empresa que resista el hurto sistemático de tapas metálicas para venderlas al peso.

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Los videos no mienten. En uno se ve a un sujeto levantar la tapa como quien levanta una baldosa suelta. En otro, dos hombres llegan en moto, la arrancan y se van en segundos. Nadie interviene. Algunos graban. Otros pasan de largo. La ciudad parece resignada a convivir con la idea de que de un día para otro la calle puede abrirse bajo las ruedas.

Essmar repite un mensaje que intenta mantener vivo en su campaña de conciencia ciudadana: “No es solo una tapa, es tu ciudad”. Pero la frase compite contra la realidad cotidiana: huecos convertidos en trampas, accidentes evitables, calles que parecen campo minado.

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Peatones que caminaron por ahí toda la vida hoy esquivan alcantarillas abiertas como quien esquiva un abismo. Motociclistas que pasan de largo rezando para no caer. Conductores que reclaman a quien puedan, buscando a quién culpar por los daños.

Lo que viene: más reposiciones… y un llamado urgente

La empresa asegura que seguirá instalando tapas donde sean reportadas, especialmente en los puntos críticos. La labor no se detendrá. Pero también lo dice sin rodeos: sin apoyo ciudadano y sin acciones claras de las autoridades contra quienes se lucran de este delito, el problema no tendrá fin.

Porque la verdad es simple y amarga: el robo de tapas no es un incidente aislado, es un negocio constante. Y Santa Marta lo está pagando en seguridad, en movilidad y en vidas que siguen expuestas a un hueco que aparece sin aviso.


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