El respiro de Media Luna tras la llegada del Gaula Militar

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Con la orden de no retirarse sin resultados, el Ejército tomó el control para frenar la violencia de los grupos armados que disputan el territorio a sangre y fuego.

El sonido de las botas de los soldados se escuchan desde el jueves en las polvorientas calles de Media Luna, un corregimiento donde el miedo había tomado la delantera.

Por meses, la población ha vivido con el alma en vilo, atrapada en la guerra silenciosa entre ‘Los Primos’ y ‘El Clan del Golfo’, dos grupos criminales que disputan el control del territorio a sangre y fuego.

Los disparos a cualquier hora del día se convirtieron en el reloj que marcaba la cotidianidad de los campesinos.

Cada amanecer traía rumores de nuevas víctimas y amenazas veladas que obligaban a muchos a encerrarse en sus casas.

En la plaza, el bullicio de los niños jugando se ha silenciado, y los tenderos atendían con la puerta entreabierta, listos para cerrar ante cualquier señal de peligro.

Pero este jueves, el sonido de las ráfagas se vio opacado por otro estruendo: el de los camiones militares avanzando por el pueblo. La llegada del Gaula del Ejército, con la orden de permanecer hasta dar resultados contundentes, trajo consigo un alivio contenido.

La gente asomaba la cabeza entre las cortinas y los comerciantes volvían a abrir sus negocios con una prudente esperanza.

“Ya estábamos acostumbrados a dormir con un ojo abierto y el otro encomendado a Dios”, dice un campesino que, por seguridad, prefiere no dar su nombre. “Desde que llegaron los soldados, por lo menos podemos respirar un poco”.

Los militares patrullan las calles, dialogan con los habitantes y han instalado retenes en las vías de acceso.

La estrategia es clara: blindar el corregimiento y sus alrededores para evitar que los grupos al margen de la ley sigan sembrando terror.

La consigna es no retirarse sin resultados contundentes, un mensaje que regocija a la comunidad, que, entre la incertidumbre y la esperanza, comienza a creer en la posibilidad de un cambio.

Las cicatrices de la violencia no desaparecerán de un día para otro. Todavía hay familias llorando a sus muertos y otras que aún no se atreven a volver. Pero en Media Luna, al menos por ahora, el miedo empieza a ceder terreno. Y aunque la paz sigue siendo un horizonte lejano, la presencia del Ejército se ha convertido en un respiro en medio de la tormenta.