
El Magdalena pierde a otro de sus guardianes: a líder indígena lo mataron a tiros sin piedad en San Zenón
La tragedia no da tregua a los pueblos indígenas del Magdalena. Días después del incendio que cobró la vida de un adulto y un niño Wiwa, un nuevo crimen sacude al departamento: el asesinato de Luis Eduardo Cisneros Gómez, dirigente del resguardo Etee-Enaka-Chimila y representante de Asocadelu, abatido a tiros en el sur del Magdalena.
El cuerpo de Luis Eduardo Cisneros Gómez fue hallado tendido en una vía rural de San Zenón, con heridas de bala en la cabeza y el abdomen. Había salido minutos antes de un predio en disputa —El Garzal—, cuando un sicario en motocicleta lo interceptó y le disparó sin mediar palabra. La noticia corrió rápido por las veredas: otro líder indígena había sido silenciado.
Cisneros no era un desconocido. Era un nombre respetado en el resguardo Etee-Enaka-Chimila y una voz firme en la Asociación de Campesinos Desplazados de la Lucha (Asocadelu). Durante años había exigido la restitución de tierras arrebatadas por el conflicto armado y la reparación para las familias desplazadas. Su causa era incómoda, pero inquebrantable.
El crimen ocurrió en medio de la ocupación del terreno El Garzal, administrado por la Sociedad de Activos Especiales (SAE), y ha encendido nuevamente las alarmas sobre la violencia que enfrentan los defensores de derechos humanos en el sur del Magdalena.
Condena el brutal crimen
La SAE condenó el asesinato y pidió una acción inmediata de las autoridades.
“Exigimos una investigación rigurosa para identificar y judicializar a los responsables materiales e intelectuales de este crimen”, expresó la entidad en un comunicado.
En la región, la indignación es profunda. Organizaciones campesinas y colectivos sociales, como la Federación Campesina del Atlántico y la Comisión de Interlocución del Sur de Bolívar, Centro y Sur del Cesar y Sur del Magdalena, se pronunciaron para rechazar el hecho y recordar el legado de Cisneros.
“Era un hombre de palabra, un defensor del territorio, un amigo del pueblo”, escribieron en una carta pública.
Este nuevo asesinato ocurre apenas días después de que una tragedia golpeara a la comunidad Wiwa, donde un adulto y un niño murieron calcinados en un incendio. En menos de una semana, tres vidas indígenas fueron segadas en circunstancias distintas, pero bajo un mismo contexto de desprotección.
Mientras las autoridades avanzan en las investigaciones, las comunidades indígenas del Magdalena sienten que el miedo volvió a instalarse entre ellas. El dolor por la pérdida de uno de sus guardianes se mezcla con la impotencia de saber que la tierra que defendía, hoy vuelve a mancharse de sangre.
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