El conductor chocó su tractomula contra un camión cisterna, y la pesada carga que transportaba cayó sobre él, causándole la muerte inmediata.

Luis Mario Varela Calderón tenía apenas 21 años. Su vida iba sobre ruedas, literalmente, recorriendo las vías del país al mando de una tractomula cargada de metal. Pero en la madrugada del sábado, en un tramo de la Troncal del Caribe que atraviesa el municipio de Puebloviejo, Magdalena, el destino le jugó su última maniobra. La misma carga que transportaba fue la que terminó quitándole la vida.

El reloj marcaba las primeras horas del día cuando ocurrió el brutal choque. La tractomula que conducía Luis Mario impactó violentamente contra la parte trasera de un camión cisterna afiliado a la empresa Copetran. La versión preliminar indica que no se habría respetado la distancia de seguridad. Bastó un segundo de imprudencia o un cálculo fallido para desencadenar la tragedia.

El golpe fue seco, demoledor. La carga metálica que llevaba su vehículo se soltó con la inercia, avanzó con furia y se le vino encima. La cabina quedó hecha trizas. Luis Mario, atrapado entre láminas retorcidas y su propio cargamento, no tuvo oportunidad de sobrevivir. Murió en el acto, aplastado por aquello que debía entregar en otro destino.

Oriundo de Tunja, Boyacá, Luis Mario había comenzado a trabajar como conductor hace poco. Tal vez soñaba con ahorrar, ayudar a su familia, o simplemente seguir aprendiendo de la vida en la carretera. Pero la madrugada en Puebloviejo fue su última ruta. Su cuerpo fue extraído horas después, mientras el sol ya alumbraba el asfalto que silenciosamente guardaba los restos del accidente.

Las imágenes que circularon por redes sociales muestran la magnitud del siniestro: chatarra, hierros, y el rastro de una vida joven apagada de manera absurda y dolorosa. Y como cada vez que una tragedia vial ocurre, las preguntas vuelven a surgir: ¿qué falló?, ¿por qué se sigue conduciendo al límite?, ¿qué controles hay realmente sobre la carga pesada en las vías nacionales?

Luis Mario ya no podrá responderlas. Pero su muerte, tan brutal como evitable, grita por él. Por cada conductor joven que sueña con hacer camino, y por cada familia que no debería recibir la noticia de una muerte que pudo evitarse.