El impacto con otro vehículo y el posterior atropello por una camioneta apagaron su vida en cuestión de minutos.

El almuerzo quedó servido en la casa de Jaider Hernández Montes, pero él nunca volverá para sentarse en la mesa. Salía del colegio como solía hacerlo, conduciendo una motocicleta que para muchos era demasiada responsabilidad para un joven de apenas 15 años. Sin embargo, su familia confiaba: otras veces había manejado de regreso a casa sin problemas desde su colegio en el barrio 20 de Octubre.

Pero este mediodía todo fue diferente. En un intento por atravesar una de las troncales más transitadas, en pleno horario pico, el riesgo que tantas veces había sorteado terminó cobrándole la vida.

Jaider iba con su uniforme acompañado de un compañero de clases cuando chocó de frente contra otra motocicleta que transportaba a dos hombres, Manrique Segundo Correa, de 50 años, y David Correa, de 28.

Aunque el impacto entre las motos no fue especialmente violento, el destino tenía preparado un desenlace cruel: Jaider cayó sobre el pavimento justo en el momento en que una camioneta, sin tiempo de frenar, lo embistió y lo dejó atrapado bajo sus llantas. Su rostro, marcado por el dolor y la inconsciencia, anunciaba el drama.

De inmediato fue trasladado a la Clínica Bahía, recibiendo prioridad sobre los otros tres heridos, pues era quien presentaba las lesiones más graves. Llegó aún con vida, aferrándose a un hilo de esperanza que se rompió apenas minutos después de ser ingresado: su joven corazón no resistió.

Mientras tanto, su compañero de colegio sufrió solo algunos golpes, y los ocupantes de la otra moto permanecen estables bajo observación médica. La familia de Jaider llegó corriendo a la clínica, desgarrándose en llanto al confirmar la noticia que nadie quiere recibir: un accidente le arrebató a su hijo la posibilidad de seguir creciendo, soñando y viviendo.

En la casa, la mesa sigue puesta. Pero el almuerzo de Jaider quedó intacto.