“El alcantarillado no es basurero”: la batalla de Essmar contra la falta de cultura ciudadana en Santa Marta


La Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta (Essmar) lanzó una campaña urgente para evitar que los ciudadanos sigan arrojando basura y objetos a las alcantarillas. La acumulación de residuos está provocando rebosamientos, daños estructurales y emergencias sanitarias en varios sectores de la ciudad.

Tambores de lavadora, botellas plásticas, trapos, pañales, grasa y restos de comida: eso es lo que los operarios de la Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta (Essmar) están encontrando diariamente en las alcantarillas. La situación es crítica. Las redes colapsan, los rebosamientos se multiplican y los barrios terminan inundados por un problema que nace no solo de un sistema colapsado, sino del mal comportamiento ciudadano.

Ante el aumento de emergencias, la Essmar lanzó la campaña “El alcantarillado no es basurero”, con un mensaje contundente: el sistema sanitario de la ciudad no puede seguir recibiendo los desechos que los samarios botan irresponsablemente.

“Encontramos desde botellas hasta un tambor de lavadora. Es impresionante la cantidad de basura que se arroja”, afirma un técnico de la empresa mientras participa en una jornada de limpieza.

“Estos residuos terminan obstruyendo las redes y generando emergencias”.

La iniciativa busca crear conciencia sobre el cuidado del sistema de alcantarillado, especialmente en sectores como Pescaíto, 20 de Julio, María Eugenia y Mercado Público, donde los rebosamientos son frecuentes y afectan tanto la movilidad como la salud de las comunidades.

Cuidar el alcantarillado es responsabilidad de todos”, insiste la ingeniera encargada del área de mantenimiento.

“Podemos limpiar hoy, pero si mañana la gente vuelve a tirar basura, el esfuerzo no sirve de nada”.

A través de actividades pedagógicas, limpieza preventiva y jornadas comunitarias, la Essmar intenta detener un deterioro que se agrava con cada temporada de lluvias. Los desechos que terminan en los sumideros no solo bloquean el paso del agua: también contaminan, dañan las estructuras y agravan las emergencias.

Mientras tanto, en las calles, algunos ciudadanos comienzan a entender el mensaje. “La culpa no es solo del estado de las alcantarillas, también de nosotros”, admite un residente del barrio María Eugenia.

“Nos toca cambiar el chip si queremos que esto mejore”.

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La campaña sigue en marcha. Y aunque la Essmar refuerza su trabajo técnico, advierte que ninguna limpieza será suficiente si no hay un cambio de conciencia colectiva. Porque el sistema de alcantarillado —tan golpeado como necesario— no colapsa solo por el agua, sino por la basura que los propios ciudadanos le obligan a tragar.


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