
EE. UU. y Colombia se unen para preservar el legado de Ciudad Perdida
En lo más alto de la Sierra Nevada, donde los antiguos Tayrona construyeron una ciudad de piedra que aún respira, la ayuda internacional llega como un acto de respeto. Estados Unidos destina 300 mil dólares para conservar el alma milenaria de Teyuna.
En Ciudad Perdida no hay señal de celular. Ni carreteras. Ni muros de concreto. Lo único que abunda son los pasos, los silencios y las piedras que cuentan una historia que empezó hace más de 1.300 años. Allí, en medio de la espesura de la Sierra Nevada de Santa Marta, la noticia de que un país como Estados Unidos ha puesto sus ojos —y su respaldo— en este territorio ancestral, fue recibida como un impulso inesperado pero necesario.
“Este es un proyecto que se estuvo esperando por mucho tiempo”, dice Walter Enrique Hinojosa, un guía turístico que lleva años subiendo y bajando esos caminos entre montañas y ríos para acompañar a viajeros hasta el corazón de Teyuna. Para él, la restauración de 18 terrazas y la instalación de señalética no es una intervención técnica: “es una forma de cuidar lo que queda, para que no se pierda”.
Entre la niebla y la historia
Llegar a Ciudad Perdida no es fácil. Se necesitan cuatro o cinco días de caminata, cruzar ríos y soportar la humedad del bosque tropical. Pero para quienes logran poner un pie en esa ciudad escondida entre la selva, el esfuerzo se transforma en asombro.
“Cuando tú llegas, el cansancio se te va. Sientes que ese lugar te llena de energía”, afirma Walter. Y lo dice con la convicción de quien ha visto a cientos de turistas europeos, americanos, colombianos, quedarse sin palabras frente a las estructuras de piedra que los tayronas levantaron siglos antes de que los españoles siquiera soñaran con conquistar estas tierras.

Hoy, con más de 25 mil visitantes al año, el Parque Arqueológico Teyuna – Ciudad Perdida se ha convertido no solo en un destino turístico, sino en una fuente de sustento para comunidades indígenas y campesinas que viven en la cuenca del río Buritaca.
Una beca que cuida el pasado y piensa en el futuro
La reciente subvención de 300 mil dólares, otorgada por el Fondo del Embajador para la Preservación Cultural (AFCP) del Gobierno de Estados Unidos, permitirá ejecutar durante tres años una serie de trabajos de conservación liderados por el World Monuments Fund (WMF) en alianza con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).
Santiago Giraldo, director de WMF en Colombia y de la Fundación Pro Sierra Nevada, conoce de cerca cada rincón del parque. “Hemos venido trabajando en la conservación de Ciudad Perdida durante más de 15 años. Pero esta vez, con esta beca, podremos hacer un trabajo continuo, sin tener que esperar año a año si hay o no fondos”, explica.

Los trabajos ya comenzaron. La restauración de terrazas, muros y caminos, además de la instalación de señalización para los turistas, busca mejorar la experiencia sin afectar la esencia espiritual del lugar. “Esto no es un museo, es un territorio vivo”, recuerda Giraldo.
Diplomacia cultural: una forma de construir puentes
Adam Lenert, consejero de diplomacia pública de la Embajada de Estados Unidos en Colombia, fue hasta Santa Marta para anunciar el lanzamiento oficial del proyecto. Lo hizo no como un acto protocolario, sino con la firme intención de resaltar que este apoyo no es solo económico, sino simbólico.
“Preservar el legado cultural también es una forma de construir un futuro más seguro y próspero para todos”, dijo Lenert. Y en Ciudad Perdida, esas palabras tienen peso. Porque la conservación también significa alejar el turismo depredador, frenar la minería ilegal y proteger un legado que no solo es colombiano, sino universal.
La historia reciente del parque así lo demuestra: en 2021, la embajada estadounidense apoyó la instalación de cámaras de seguridad para evitar el saqueo de piezas arqueológicas. Hoy, el enfoque es más profundo. Se trata de recuperar, educar y preservar.
Piedras que hablan y caminos que enseñan
Caminar por Ciudad Perdida no es solo un acto físico. Es una lección de humildad. De conexión. De memoria. Los indígenas kogui, wiwa, arhuacos y kankuamos consideran este territorio como el corazón del mundo. Para ellos, Teyuna no es una ruina: es un sitio sagrado donde aún se realizan pagamentos y rituales para equilibrar la vida.

Por eso, la intervención extranjera, aunque bienvenida, debe hacerse con cuidado. Con respeto. “Lo más importante es que esto se haga articulado con las comunidades, que ellos sean parte”, recalca Giraldo.
La señalética que se instalará no es para llenar de letreros el paisaje, sino para contar la historia, para enseñar al turista por qué no se debe tocar una piedra, por qué se camina en silencio, por qué cada estructura es sagrada.
Un mensaje desde la selva para el mundo
El respaldo internacional a Ciudad Perdida envía un mensaje potente: el patrimonio cultural no es un lujo del pasado, sino una responsabilidad del presente. Y aunque el acceso sea difícil y las condiciones retadoras, la belleza de este lugar sigue conquistando corazones en todo el planeta.
“Este lugar tiene algo que no se explica. Tú llegas allá, y es como si entraras en otro tiempo”, dice Walter. Quizás por eso Estados Unidos decidió apostar por este proyecto. Porque hay cosas que, aunque estén lejos, no se pueden perder.
Y es que hay ciudades que, aunque se pierdan en la selva, nunca dejan de estar vivas.
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