Don Jorge: el ciclista que murió haciendo lo que amaba


Mientras pedaleaba, como cada día, fue embestido por una motocicleta. Hoy, Gaira despide con dolor a un hombre que vivió con pasión.

Don Jorge murió haciendo lo que amaba: pedaleando. Cada madrugada salía a recorrer las vías del sur de Santa Marta. Mientras otros hombres de su edad preferían el reposo del hogar, él escogía el movimiento. Montaba bicicleta por salud, por gusto, por amor a la vida. Y fue precisamente en una de esas rutinas —esas que se habían vuelto parte del paisaje cotidiano— donde el destino le jugó una última y trágica carrera.

El viernes temprano, en el sector de Pozos Colorados, cerca de la bajada que conduce a la Estación Zuca, un mal cálculo o quizá un infortunio inevitable lo hizo cruzarse en la trayectoria de una motocicleta. El impacto fue fuerte, violento. Como el hombre fuerte que siempre fue, trató de resistir. Dolido, pero aún con fuerzas, quiso demostrar que no era tan grave. Pero lo era. Las heridas internas hablaban más fuerte que su terquedad y su espíritu de hierro.

Fue llevado rápidamente a un centro médico. Los médicos hicieron lo posible, pero la gravedad de sus lesiones terminó apagando su luz. Este sábado, Gaira amaneció de luto. La noticia corrió como una ráfaga de viento en la mañana: “El abuelito ciclista murió”. Y con ella, llegó la tristeza.

Las versiones del accidente aún se debaten en la comunidad. Algunos aseguran que fue don Jorge quien se atravesó de forma inesperada; otros señalan que la motocicleta iba a alta velocidad y lo embistió sin darle oportunidad de maniobrar. Lo cierto es que las calles ya no volverán a ver esa silueta serena pedaleando al ritmo de su propia libertad.

“Era un hombre de principios, muy querido, respetuoso, siempre con buena actitud”, recuerda un vecino, con la voz entrecortada. No se trataba solo de un ciclista. Don Jorge era un referente, una presencia constante que alegraba las mañanas con un saludo amable y una energía que contagiaba.

La comunidad de Gaira, que lo vio pasar tantas veces con su bicicleta, hoy lo despide con un dolor silencioso. Porque más allá de la tragedia, lo que queda es su legado de sencillez y perseverancia. Ese ejemplo de que nunca es tarde para vivir con pasión.

Don Jorge no murió en vano. Murió haciendo lo que amaba. Y eso, en un mundo tan apresurado, es también una forma de eternidad.


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